Toda una vida luchando por la igualdad de las mujeres argentinas en el fútbol.
BUENOS AIRES, Argentina – En noviembre de 2020, Argentina decretó el 21 de agosto como el día de la futbolista argentina, en conmemoración de los cuatro goles de la estrella Elba Selva contra los ingleses.
Es un día que celebra a las mujeres en el fútbol, una decisión que marca la inclusión en el mundo deportivo argentino. Pero su historia data de una larga historia con el deporte.
Mi nombre es Lucila, pero mis amigos me llaman Luky. Nací en 1970, en Saladas, Corrientes.
Durante mi infancia, fui criada por una familia adoptiva.
El fútbol me salvó de estar sola en la vida. Me dio un sentido de pertenencia. Soy eso.
Yo pertenezco a la familia del fútbol.
Si me preguntás ¿Qué soy? Mi respuesta es simple: fútbol. Formo parte de las mujeres que decidimos embarcarnos en este deporte cuando el amateurismo y los estereotipos no nos permitían a nosotras, las mujeres, poder vivir de esta hermosa disciplina.
No me gusta cuando la gente me cataloga como la salvadora del fútbol femenino. Pioneras del Fútbol Femenino, la organización que fundé, busca reivindicar el deporte para todas las mujeres, no solo para mí.
Después de muchos años de lucha y sacrificio, estamos logrando el reconocimiento que nos merecemos.
Saladas es un pueblo muy pequeño y tranquilo. Tierra del Sargento Cabral. Mis primeros años transcurrieron allí.
Cuando tenía siete años, la señora que me crió me pidió que fuera al centro a hacer algunas compras.
Fue en una de esas travesías en bicicleta cuando me crucé con el primer potrero donde los varones jugaban al fútbol. Me enamoré. Estaba hipnotizada. Cuando regresé a casa, no pude pensar en nada más.
A partir de ese día, cada vez que mi familia me enviaba de compras, me quededaba horas y horas en el campo jugando con los chicos del pueblo.
Solía dejar las bolsas de las compras a un lado de la cancha y me ponía a jugar. Al regresar, sabía que se venían los retos. Pero eso no me importaba. Yo solo quería jugar al fútbol.
Cuando la pasión es mas fuerte no te importan las consecuencias. En ese potrero, yo me creía la única mujer en el planeta que jugaba al fútbol.
Amo el fútbol. Fue amor a primera vista. Yo jugaba a la pelota como si no hubiese un mañana.
Como dije, el fútbol es mi vida.
Desde entonces, este deporte me acompaña a donde voy. Yo respiro fútbol, soy futbol.
Cansada de la vida en el pueblo, a mis casi 15 años viajé a Buenos Aires.
Me fui con una pareja de Saladas. Les pedí que me dejaran trabajar limpiando su casa sin que me paguen. Mi única condición era que me permitieran seguir estudiando hasta cumplir mi mayoría de edad y poder independizarme.
Así pasaron mis días.
Trabajando y estudiando. Buscaba un futuro mejor. Yo no sabía que existía el fútbol femenino. Pero mi pasión era grande. Mirando hacia atrás, en ese momento me di cuenta de que sin el fútbol mi vida no tenía sentido.
A los 17 años conseguí mi primer trabajo en una panadería. Ahí conocí a Adriana, mi compañera de trabajo. Ella tenía un novio llamado Miguel. Miguel tenía un amigo que dirigía el plantel de fútbol femenino de All Boys. Como dije, no sabía que existía el fútbol femenino.
Y en ese mismo momento me dijo:
“Dale, yo te llevo a probarte”.
Obviamente que no me resistí. Estaba feliz.
Sin saberlo mi vida iba a cambiar. No tenía idea de lo que iba a suceder. No era lo mismo jugar en un potrero que en una cancha de 11. No lo sabía, pero mi vida estaba a punto de cambiar.
Finalmente llegó el día. Estaba nerviosa.
Cuando llegué al club me presentaron al entrenador del equipo. No tenía idea de lo que iba a pasar.
Por ese entonces, la arquera del equipo se quejaba de que ya estaba cansada de atajar, asique rápidamente me ofrecí para cubrir su puesto.
Me paré en el arco y comenzaron a patear.
“Sos terrible, pero tenés dedicación, entusiasmo y pasión. Si querés te entreno como arquera”, me dijo el preparador físico.
Cuando me tocó atajar, en el primer partido que jugué por los puntos, salí a achicar una pelota y la pude sacar. En ese momento, me inundó una sensación de confianza y seguridad. Sentí que había nacido para eso: para atajar.
Si bien yo era feliz en el campo de jeugo, nosotras carecíamos de los elementos que usaban regularmente los hombres para poder entrenar. A partir de ahí, no dejé de jugar ni un solo día. Luego de participar en dos campeonatos con All Boys, me llamaron de River Plate, donde la disciplina estaba en formación y crecimiento.
Al poco tiempo dejé River y me fui a mi amado Independiente, club del que soy hincha.
Ahí me entrenó Pepe Santoro, quien me reveló todos los secretos del arco. Como dije, no dejé de jugar ni un solo día.
Siempre hice lo que quise y traté de ayudar a todas las mujeres que pude. Ayudaba a chicas a conseguir la ropa y los botines para que tengan la posibilidad de jugar.
Para ese entonces, empecé a alojar mujeres del interior que querían practicar esta disciplina en Buenos Aires. Llegué a convivir con 11 jóvenes.
Si bien en esa época era muy difícil ser mujer y poder practicar fútbol libremente, nunca bajé los brazos. A veces no teníamos la ropa adecuada o faltaban elementos de trabajo.
Cuando jugaba en Independiente, en ocasiones me llevaba los botines de todas mis compañeras a mi casa para lavarlos y lustrarlos.
El día del partido iba una hora antes a la cancha, los volvía a limpiar y los acomodaba para que en el horario del partido esté todo listo. Después de jugar en el rojo, pasé por otros clubes: Atlanta y Boca Juniors, donde salimos campeonas del primer torneo de la Asociación del Fútbol Argentino femenino, en 1991.
Tengo los mejores recuerdos de cada uno. Sin embargo, tenía otro sueño pendiente.
Quería jugar en el exterior y cantar el himno de mi país.
A mis 40 años, gracias a San Lorenzo, pude cumplir mi sueño de jugar la Copa Libertadores. La emoción me invadió al escuchar las primeras estrofas del himno por los parlantes, en la cancha de Guarujá, en Brasil. No hubo un solo partido en el cual no hayamos salido a jugar con el himno de fondo, abrazadas, felices y emocionadas.
Los resultados no nos acompañaron pero fue el mayor premio de mi carrera deportiva. Logré todo lo que inicialmente me había propuesto completar.
Poco a poco las cosas cambiaron. Si bien yo tenía mucho para dar y sentía que podía rendir físicamente, detrás mío había juveniles.
Ellas, simple de hecho de ser mas jóvenes, tenían mejores condiciones que yo.
A mis 46 años me retiré. Fue uno de los momentos más duros que me tocó atravesar. No podría pensar en mi vida sin el fútbol. Era algo que de solo pensarlo me angustiaba muchísimo.
Pero la realidad me mostraba otra cosa. ¿Qué iba a hacer sin poder jugar al fútbol? Era lo que mejor sabía hacer, a lo que me dediqué durante 30 años.
En ese mismo momento, sentí que tenía que hacer algo al respecto.
Recordé el día que visité el predio de la AFA para firmar mi primer contrato como jugadora.
Vi una fotografía colgada en una pared, que decía: “Selección Argentina – Mundial México 1971”. Ahí se encendió este sueño.
Recuerdo que al ver esa imagen, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.
Me vino una emoción y una felicidad indescriptibles. Fue una chispa espontánea. Fue entonces cuando nació mi nuevo sueño: quería conocer a esas mujeres que nos habían representado en México.
Cuando comencé a investigar, me encontré con Elba Selva, una jugadora de fútbol que marcó cuatro goles contra Inglaterra en ese Mundial para lograr un triunfo histórico para nuestro país.
Muchos pensamientos y sentimientos invadieron mi mente. ¿Cómo nadie las conocía? ¿Cómo podía ser que el país entero desconozca esta historia? ¡Si nunca una selección masculina pudo convertirle 4 goles a los ingleses en un mundial! En el potrero, yo me creía la única mujer futbolista del planeta. Pero resulta que un año después de que nací, mientras aprendía a caminar, había mujeres que estaban representando a mi país en un mundial de fútbol.
Necesitaba encontrarlas y agradecerles. Este sueño fue mi motor al retirarme de la práctica. Impulsada por la necesidad de visibilizar nuestro deporte, nuestro sacrificio y amor por el fútbol, decidí fundar Pioneras del Fútbol Argentino.
Buscamos difundir la historia de la disciplina y denunciar la discriminación que sufren las mujeres en el deporte.
Porque el fútbol femenino en Argentina nació mucho antes de lo que nos contaron. Nunca imaginé que mi deseo se convertiría en algo más grande.
Un año después de la fundación, 50 ex jugadoras de las décadas del `70, `80 y `90 formábamos parte de Pioneras.
En Argentina, se considera Pionera a toda jugadora que practicó la disciplina antes del comienzo del primer torneo oficial de fútbol femenino organizado por la AFA en 1991.
Junto con otras jugadoras, empezamos una campaña de difusión para mostrar la importancia de la práctica entre las mujeres.
Queríamos reivindicar el deporte entre las mujeres tomando como ejemplo el gran logro de nuestro equipo en México en 1971.
De esta manera, cada una de las jugadoras que formó parte del plantel de México 71, recibió su reconocimiento 50 años después de su hazaña. Gracias a nuestra iniciativa, se incentiva a los clubes a que se reduzca la brecha de género entre el deporte masculino y femenino.
Hay quienes dicen que yo rescaté al fútbol femenino argentino del olvido, pero en realidad, el fútbol es el que me salvó a mi.