Abrí la puerta lentamente, y cuando entré, vi la pierna de John detrás del armario. Antes de que pudiera huir, me atrapó. Empezó a golpearme y a cortarme las rastas.
Nota del editor: Las acusaciones formuladas contra los acusados en este caso no han sido probadas en los tribunales. Se ha cambiado el nombre del acusado porque hay fechas de audiencia pendientes en el caso.
NAIROBI, Kenia – La gente dice que el amor es algo hermoso, que es lo único que nos completa.
Aunque en general estoy de acuerdo, cuando era joven, el amor arruinó mi vida.
El amor me dejó cicatrices, por dentro y por fuera. Me dejó moretones, dolor y arrepentimiento de no haberme alejado antes. En mi realidad, el amor era hermoso y horrible a la vez.
Hace unos años, uando tenía 25 años y todavía estaba en la universidad, me enamoré de John Doe *. Él era mi universo. Era la única persona con la que quería estar por el resto de mi vida. Vivía en el campus universitario cuando decidimos casarnos y mudarnos juntos.
John era un tipo relajado y amigable que me colmó de amor y afecto hasta que me mudé a su casa como su esposa para comenzar una nueva vida juntos.
En unos pocos meses, su carácter comenzó a cambiar. Salieron a la luz sus problemas de ira, algo que nunca había presenciado. Traté de adaptarme, aunque lo hice con precaución.
Con el paso del tiempo, los problemas de ira de John aumentaron. Hasta que un día, me golpeó sin piedad.
Recuerdo cuando visité a una amiga que estaba enferma. Regresé a casa esa misma tarde y él me atacó.
Comenzó amenazándome, diciéndome que si alguna vez me alejaba de su lado, haría algo terrible. Luego me golpeó. Estaba en estado de shock e incredulidad. Por primera vez, temí por mi vida.
Cada día que pasaba, John buscaba más excusas para golpearme. A veces me pegaba sin ninguna razón mientras me sermoneaba.
Cada golpe dejaba moretones que luego debía esconder de mis amigos y vecinos porque si alguien se daba cuenta y hacía preguntas, volvería a tener problemas.
Como si eso no fuera suficiente, comenzó a encerrarme en la casa como a un prisionero, sin permitirme tener contacto con nadie. Luego, cuando se iba a trabajar por la mañana, me encerraba y sólo me dejaba salir por la noche. Estaba viviendo una pesadilla que agobiaba mi corazón.
Decidí confesarle a mi amiga todo lo que estaba vienviendo a través de un llamado de auxilio. Ella dijo que no podía permitir que siguiera pegándome.
Seguí su consejo y comencé a defenderme. ¡Parecía que funcionaba! Su ira hacia mí se redujo considerablemente pero un día la violencia volvió a estallar.
Descubrí que había dejado embarazada a otra mujer.
Cuando regresó a casa esa noche, le pregunté al respecto. Su ira estalló y comenzó a golpearme frente a mi hermana, que había venido a visitarme.
Cuando mi hermana saltó para defenderme, John actuó como si también fuera a golpearla. Salió corriendo de la casa pidiendo ayuda a gritos.
Los vecinos escucharon los gritos y salieron a rescatarme.
Al día siguiente, les informé a las autoridades sobre los desafíos que enfrentaba en nuestro matrimonio y les expliqué que John me estaba usando como un saco de boxeo. Para mi sorpresa, nadie quería ayudarme.
Muy por el contrario, me dijeron que no interfieren en las peleas de pareja y agregaron que deberíamos resolver nuestros problemas en casa.
Salí rota, pidiéndole a Dios que me diera el valor y el corazón para enfrentar esta situación.
Me preguntaba cómo sufren las mujeres en manos de sus maridos en nombre del matrimonio, pero las autoridades no las ayudan. De hecho, somos una nación enferma.
Esta revelación fue un golpe masivo.
No quería ser responsable de su error. Actuó como el diputado Jesús, tan puro e impecable. Pero esta vez, la olla se había roto y el agua se derramó. No pudo deshacer sus acciones.
Pasaron los días y escuché que la joven a la que había dejado embarazada estaba sufriendo, sin ningún lugar adonde ir. Su familia la había echado debido al embarazo.
Hablé con John y le pedí que le dijera a la niña que se quedara con nosotros en lugar de sufrir en las calles. John no creyó en mi buenas intenciones.
Aún así, al día siguiente, llevó a la mujer a casa. La recibí con un corazón cálido y comenzamos a vivir los tres juntos.
Sin embargo, en poco tiempo, adoptó una actitud poco amigable conmigo en mi propia casa. John miraba sin decir una palabra. La recibí sin juzgar a pesar de lo que pasó entre ella y mi esposo, y su actitud no fue la correcta.
Decidí dejar a John pero no se lo dije de inmediato.
Esa semana tuvimos una reunión familiar no muy lejos de donde nos estábamos quedando. En el evento, me encontré con mi mamá.
Inmediatamente supo que algo andaba mal y me preguntó qué estaba pasando. Me sinceré con ella, le conté todo. Le dije que dejaba a John para empezar una nueva vida.
Llamó a John y le contó todo. John accedió a que me fuera y, sin perder tiempo, volví con mi madre a recoger mis pertenencias. Me alejé de la relación y me comprometí a vivir mi vida sola porque ya no podía tolerar sus infidelidades.
Me alejé creyendo que caminaba hacia la libertad. Fue un momento feliz. No tenía idea de que estaba abriendo la puerta a ataques mucho más severos.
Mudarse fue sólo el comienzo de mi problema.
John rápidamente se convirtió en el amante abandonado, espiando cada uno de mis movimientos. Yo había aceptado un trabajo y él deliberadamente se hizo amigo de uno de los oficiales de seguridad en mi área de trabajo.
El oficial le estaba dando todo tipo de información sobre mí sin mi consentimiento.
En este punto, había conocido a otro hombre que era muy amable y cariñoso, completamente diferente a John. Me había enamorado de él, pero el destino quiso que no fuera tan fácil dejar a John.
Era la tarde y el final de mi jornada laboral. Como de costumbre, le pedí al guardia de seguridad que pidiera una moto para llevarme a casa.
El guardia de seguridad dijo que ya había llamado a uno y que me estaba esperando en la puerta. Estaba ayudando a John, pero yo no lo sabía.
Así que abordé la moto, pero algo no se sentía bien. Tenía sospechas, sentía frío en el corazón, pero eso no me impidió intentar ir a casa.
A los pocos minutos de la autopista, el conductor cambió de dirección. Grité y se detuvo.
De repente, alguien me atacó por detrás. Era John.
Grité de nuevo mientras luchaba por protegerme de él. Esta vez, estaba armado. Me apuñaló en el cuello y la espalda.
Trató de apuñalarme más, y me defendí mientras gritaba aún más fuerte para que alguien me rescatara.
Desafortunadamente, esos gritos atrajeron a la gente, por lo que me dejó tirada en el suelo indefensa mientras él se escapaba con la moto que me llevaba a casa.
Ellos me llevaron al hospital más cercano. Mi nuevo novio, junto con mi familia, me apoyaron hasta que mee mejoré por completo. Luego, denunciamos el incidente a las autoridades y comenzaron a buscarlo.
Pero, durante meses, la búsqueda no dio frutos.
Estaba aterrorizada de que volviera a atacarme, así que me mudé por mi seguridad. Mi novio actual, Kevin, me pidió que me mudara con él.
Mi familia estaba en contra de la idea por lo que había sucedido cuando me mudé con John.
Dudaron en darnos su aprobación, pero Kevin los convenció a través de sus acciones.
Pasaron los meses y empezábamos a sentirnos bien con nuestras vidas. Cuando John se enteró de que me mudé con Kevin, planeó su ataque final.
Se enteró de dónde vivíamos y alquiló una casa al lado de la nuestra. No tenía idea de que estaba justo al lado.
Nunca vimos luces en la casa ni escuchamos ningún movimiento. Nunca sospechamos que mi exmarido estuviera a nuestro lado. Parecía inverosímil.
Durante todo un mes, John estuvo planeando su ataque y yo no tenía ni idea.
Entonces, un día, esperó a que dejara la puerta abierta y entró en acción, dejándome rogando por mi vida. Lo recuerdo perfectamente porque había salido a comprar gaseosas a la tienda y olvidé cerrar la puerta.
Me inundó el nerviosismo cuando regresé a casa, pero eso era normal y revisé por todas partes para asegurarme de que la casa estuviera segura.
El último lugar que revisé fue mi habitación. Abrí la puerta lentamente, y cuando entré, vi la pierna de John detrás del armario. Antes de que pudiera huir, me atrapó. Empezó a golpearme y a cortarme las rastas.
Grité cuando me cortó con una espada en la cara y el cuerpo.
El dolor era muy intenso, pero aun así logré defenderme. Le di una patada y salí corriendo de la casa gritando. Estaba lleno de energía y me siguió hasta atraparme.
Eso lo enfureció más, por lo que decidió arrojarme desde el quinto piso. Gracias a Dios, la gente escuchó mis gritos antes de que él pudiera empujarme.
Me rescataron y me llevaron al hospital para recibir tratamiento de emergencia. En cuanto a John, fue arrestado de inmediato y llevado a la comisaría. Denuncié el incidente con la ayuda de otros testigos y lo llevaron a prisión, donde actualmente cumple su condena.
Su ataque final me dejó con graves cicatrices en la cara, pero mi novio Kelvin se ha mantenido conmigo en las buenas y en las malas.
Aunque tengo muchos puntos de sutura, los médicos son optimistas y creen que me curaré pronto. Una vez que eso suceda, me someteré a una cirugía en la cara para ocultar las marcas.
El caso está en curso y sólo espero que esta vez salga justicia y John sea responsable de todo el dolor que causó.
Pero, lamentablemente, la justicia no será solo mía.
Representa a las miles de mujeres que sufren a manos de parejas peligrosas y abusivas que usan su poder para manipular los derechos de las mujeres en todo el mundo.
* El nombre del acusado se ha cambiado en esta historia.