El dia 16 de marzo, estaba con nosotros en casa, Santi tenia cinco meses y se encontro con nuestras familias. Sentía que nunca había perdido mi conexión con él. Necesitaba volver a tenerlo en mis brazos.
BUENOS AIRES, Argentina ꟷ Esta historia sobre mi vida comienza el día 1 de noviembre del año 2012. Como todos los días tomé la guardia de la tarde que me correspondía en el sanatorio. De ante mano sabíamos que había un niño recién nacido con síndrome de down en una de las cunas. Por temas de organización y protocolo cuando una pareja tiene un hijo, primero deben acomodarse ellos en una habitación y, una vez que finalizamos con los controles médicos necesarios, se les acerca él bebe. Pese a esto nos enteramos, con el pasar del tiempo, que él no iría a dicho cuarto porque los padres así lo habían dispuesto.
Para el personal y para mí fue un asombro escuchar eso dado que nunca habíamos estado ante un acontecimiento así. La pareja acabó abandonando a Santiago, hasta que intervino el tribunal. Santiago se convirtió en mi paciente y mis límites profesionales desaparecieron al ser testigo de su absoluta vulnerabilidad. Decidí solicitar su adopción.
La primera vez que vi los ojos tiernos y cariñosos de Santiago, me enamoré de él. De hecho, el personal del Sanatorio y colegas de otros sectores venían a verlo a diario. Nuestro afecto crecía en cuanto interactuábamos con este bebé. Me llenaba de amor y alegría.
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A raíz de eso decidí postularme para adoptarlo, luego de haberlo conversado con mi pareja y llegar a un acuerdo sobre la adopción y el deseo de ser sus padres. Sabía que, en ese entonces, existía una lista interna con otras personas que buscaban y querían lo mismo que yo. Santi se va el 27 de diciembre. Cuando el juzgado determina que Santiago entra en estado de adoptabilidad se hace una lista interna en el sanatorio con los integrantes del hospital que querian adopatrlo. Al enterarme me anoto en esa lista también hasta que escucho que iría a un hogar de transito, el cual creia que seria un ambiente feo y desolado para el.
Es por estas suposiciones que una compañera del area de neonatologia me informa sobre la direccion del juzgado y decido ir con mi madre. Ese dia golpee la puerta de aquel juzgado y por suerte me atendió la secretaria de la jueza que me explicó los pasos que debia seguir para anotarme: yo había acudido alli para ofrecerme en un princioio como una ciudadora transitoria para Santi, queria ofrecerle un hogar seguro antes de que sea adoptado, al mismo tiempo quería postularme para ser la adoptante. En cada entrevista que tenía me avisaban que había varios adoptantes que esperaban adoptar a Santi y me decian que quizá me convenía aspirar a adoptar a otra persona, básicamente me comentaban que había gente mejor capacitada para adoptarlo. Siempre digo que me sentí discriminada por mi condición de enfermera en estas circunstancias, lo más doloroso era esto, siempre encontraban la oportunidad de decirme que Santi no era para mi por mi trabajo.
Un día recibí una llamada del tribunal. Creía que querían realizar otra entrevista. En el juzgado, la juez nos preguntó a mi compañero y a mí por qué creíamos que nos había llamado. Me sentí tímida por las experiencias anteriores y respondí: «No lo sé». El juez me dijo que, tras priorizar mi vínculo con Santiago, yo sería su madre. Se me llenaron los ojos de lágrimas.No podía contener mi felicidad. En unos días vería a mi hijo.
El 16 de marzo, casi tres meses después de salir del hospital, nos llevamos a Santiago a casa. Ya tenía cinco meses. Durante todo ese tiempo, sentí que nunca perdía mi conexión con él. Estaba deseando ver cómo mi pareja y yo estrechábamos lazos con Santiago como familia. Este era el momento. Necesitaba volver a tenerlo en mis brazos por primera vez. Nunca dejé de pensar en él. Como madre adoptiva, no tenía acceso a una licencia de maternidad típica, así que me tomé una licencia sin goze sueldo para organizarme.
Mi pareja decide irse un año, después de la llegada de Santi, y eso significó una nueva organización de la casa y las terapias que Santi requería, sumado al apoyo incondicional de mis padres.
No hay palabras para describir mi conexión con Santi. Me encariñé con él en el Sanatorio y lo quiero como a un hijo. Enfrentamos momentos difíciles como padres, pero Santiago hace todo igual que cualquier otro niño de 10 años. Va al colegio, juega, va al médico, recibe apoyo psicológico y mucho amor.
Las mayores dificultades provienen del proceso legal y administrativo. Nuestro país sigue sin estar preparado para todos los aspectos de la adopción. Tiene que ser menos complicado y tedioso y debe abordar los abusos en el sistema. Tanto los padres adoptivos como los niños experimentan vulnerabilidad y falta de empatía. Adoptar a un niño con discapacidad no es el problema.
Con mi historia pretendo visibilizar mi lucha y la que otras familias o personas atraviesan, ya sea desde el lado de la adopción, discapacidad o ambos, contra un estado ausente que no nos ve.