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Luchando contra el abuso

Estuve bajo su mirada amenazante sin poder salir de casa. Rompió mi teléfono para que no pudiera comunicarme con nadie ni pedir ayuda.

  • 4 años ago
  • noviembre 12, 2020
6 min read
Lucía Capra: "Todo lo que hago desde la militacia, lo hago en la vida diaria".
Protagonista
Lucía Capra es de Villa La Carcova, provincia de Buenos Aires, Argentina. Tiene una hija llamada Morena y sufrió abuso por parte de su ex pareja. Ella es una popular activista feminista. Desde Villa La Carcova y frente a la Casa Kuña Guapa, atiende a niñas, lesbianas, travestis y trans con uso problemático de sustancias. La construcción del feminismo popular.
Contexto
Según el Registro Nacional de Femicidios del Observatorio Nacional de Mumalá, en lo que va de 2020 se han registrado en Argentina 208 femicidios confirmados, 118 de ellos durante la cuarentena. A lo largo de 2019, una mujer murió cada 31 horas por violencia machista; eso es 284 feminicidios.

Lucía Capra sufrió violencia psicológica y verbal. Superó situaciones traumáticas y hoy ha establecido un espacio donde, con otras mujeres, ayudan a lesbianas, travestis y mujeres trans en condiciones de vulnerabilidad.

Ser lesbiana en mi barrio

El padre de mi hija es mucho mayor. Cuando nos conocimos yo tenía 15 años y él casi 30. Es algo que los hombres parecen tener habilitado. Quedé embarazada a los 16. Muchas mujeres en mi vecindario tienen hijos en la adolescencia, y los hombres tienen el doble de edad. Es una circunstancia que considero directamente ligada a la pedofilia y ocurre a diario.

Nuestra relación fue muy difícil. Usó mucha violencia psicológica, verbal y simbólica conmigo. Vivíamos juntos cuando un día me di cuenta de que ya no lo amaba, así que decidió cerrar las dos puertas de la casa y encerrarme. Estuve bajo su mirada amenazante sin poder salir de casa. Rompió mi teléfono para que no pudiera comunicarme con nadie ni pedir ayuda. Mi hija fue testigo ocular de la violencia doméstica.

Es triste, pero para las mujeres de mi barrio, historias como la mía son comunes: una pareja agresiva, que destroza todos los vasos y platos de la casa, que vuela un armario, o usa una barra de cortina para atacar a todo lo que hay alrededor él.

Como yo, muchas mujeres de mi barrio sufren violencia y si eres abiertamente lesbiana, las cosas van mucho peor. Las noticias sobre delitos de odio sexual son comunes, un dolor que se repite pero que ya no sorprende. Una amiga me contó un incidente en el que varios hombres irrumpieron en su casa, con la excusa de encontrar a alguien a quien robar, para violarla, golpearla, cortarle un dedo de la mano y gritar «maldita lesbiana».

Esta situación me llevó a buscar una solución al problema que muchas mujeres sufren a diario. Así fue como me encontré con el activismo político, que es una de las cosas más importantes que me pasó en mi vida. Decidí que quería ser activista y usar la política como herramienta de transformación. Pude dejar mi relación problemática porque para entonces ya era políticamente activa. Lo personal también es político .

Tuve que presentar denuncias contra el padre de mi hija para establecer protecciones perimetrales y soporté muchas presiones psicológicas. Viví mucho en tensión, con miedo de volver a casa. Reuní fuerzas para mantenerme firme y no retroceder en mi decisión. La última vez que lo vi estaba en el suelo, esposado por la policía, después de destruir la puerta de entrada y entrar en mi casa.

Ciertamente, mi identidad sexual fue un agravante para él. Siempre me dejó claro que no quería que su hija se criara en un entorno «anormal». Sintió que sus privilegios personales y políticos estaban amenazados. Es algo que los hombres violentos tienden a sentir en su frágil masculinidad y ego.

Muchas mujeres tardan años en poder separarse de sus agresores porque no tienen dinero, no tienen hogar y deben cuidar a sus hijos. Una medida perimetral o un papel no impiden que un hombre violento y armado quiera atacarte o matarte.

Luchando por las mujeres

No es lo mismo ser lesbiana en la Ciudad de Buenos Aires que sus periferias, en la provincia de Buenos Aires. Los alrededores, fuera de la gran ciudad, son mucho más hostiles. Mis amigas y yo no podemos luchar por nuestros derechos ocupando el espacio público de la misma manera que otras personas. Simplemente no podemos hacer lo mismo. Somos perjudiciales para el medio ambiente.

As a result of a great effort, the feminist movement exploded in Argentina when the unappealable slogan of «Ni Una Menos» or «Not one woman less» appeared.[woman] Se generó un espacio masivo. Desarrollamos muchas estrategias en encuentros nacionales y tejimos redes para posicionarnos con mayor visibilidad dentro del Estado y en las organizaciones sociales. Hicimos un gran trabajo con muchas mujeres de todo el país.

Fue entonces cuando creamos Casa Kuña Guapa. Allí realizamos prevención y atención ambulatoria. Ayudamos y acompañamos a mujeres lesbianas, travestis y trans en situaciones de consumo problemático de drogas y violencia. El estado debería ayudar creando espacios comunitarios y apoyándose en mujeres activistas. Hay cosas que no se enseñan en la academia.

Junto a mis compañeras, nos apoyamos mutuamente en cada uno de nuestros procesos. Sabemos que en cualquier momento el marido violento puede estar esperando para golpearnos. Nosotras vamos a las comisarías para presentar una denuncia juntas. Pasamos noches en vela. Soportamos juntas el dolor de los golpes, motivadas por el miedo a morir.

El consumo problemático de drogas es una situación a la que se llega por una suma de cuestiones que afectan la salud mental. Nadie se despierta un día y, sin motivo alguno, comienza a asociarse con sustancias psicoactivas. Ayudamos a personas que por este mismo estigma no pueden acudir a un centro de salud a pedir un método anticonceptivo.

No pueden ir fácilmente a un hospital si se lastiman, porque las instituciones son violentas con ellas. En su mayoría, estas personas no tienen Documento Nacional de Identidad o no saben cómo expresarse y en los centros de salud las tratan mal. Nosotras: Mujeres lesbianas, travestis o trans, sufrimos una doble estigmatización.

Feminismo en pandemia

En la actualidad, con la pandemia, es muy irresponsable llamar a movilizaciones. Tuvimos que reinventarnos y ser muy creativas. Según las estadísticas, durante este tiempo, creció el número de denuncias y violencia no denunciada. Toda esta crisis sanitaria aumentó el riesgo de que las mujeres permanecieran en la calle o vivieran con un agresor.

En Casa Kuña Guapa, nunca dejamos de acompañar a quienes más lo necesitan. No dejamos de ayudar a una mujer que quiere denunciar violencia. Siempre estamos creando nuevas herramientas para la asistencia de monitoreo de virtualidad. A pesar de la cuarentena, seguimos acogiendo a las mujeres haciendo todo lo que esté a nuestro alcance, lo que no es lo ideal pero es todo lo que se puede hacer en este momento.

Es una nueva forma de ver las cosas, una nueva forma de pensar como comunidad y dar autonomía a las mujeres. Nuestras compañeras deben poder repensar sus proyectos de vida y nuestro espacio les ofrece esa posibilidad.

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