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Tras luchar por sus vidas, desafiaron todos los pronósticos: una madre comparte el viaje de sus gemelos siameses

Dos días antes de la fecha del parto, los médicos me pusieron inyecciones para ayudar a madurar los delicados pulmones de los gemelos. Con el corazón encogido, hice la valija y me despedí de las comodidades del hogar. Las lágrimas corrían por mi rostro mientras cerraba la puerta tras de mí y emprendía un viaje hacia lo desconocido.

  • 1 año ago
  • julio 13, 2023
5 min read
The twins were born on March 17, 2016, and the doctors' prognosis was not encouraging. Despite all odds stacked against them, they managed to survive and grow stronger with each passing year. The twins were born on March 17, 2016, and the doctors' prognosis was not encouraging. Despite all odds stacked against them, they managed to survive and grow stronger with each passing year. | Photo courtesy of Belen Romero
INTERVIEW SUBJECT
Belen Romero lives with her partner in Villa de Mayo in the Malvinas Argentinas district of Buenos Aires. She is currently studying to become a public auctioneer. She is the mother of conjoined twins Agustín and Gael.
BACKGROUND INFORMATION
Conjoined twins develop when an early embryo partially separates to form two individuals. Although two babies will develop from this embryo, they will remain physically connected, usually by the chest, abdomen, or pelvis. Conjoined twins may also share one or more internal organs.
Although many conjoined twins are not alive at birth or die shortly after delivery, advances in surgery and technology have improved survival rates. Some surviving conjoined twins can be surgically separated. The success of the surgery depends on where the twins are conjoined and how many and which organs they share.

BUENOS AIRES, Argentina – Estaba en la cama del hospital para la revisión periódica de mi embarazo cuando el médico me dio una noticia inesperada. Los gemelos que llevaba en mi vientre eran siameses. El pánico se apoderó de mí cuando los médicos me dijeron que la supervivencia de mis bebés era incierta. Parecían inseguros sobre cómo proceder. Nos enfrentamos a un juego de espera.

A lo largo del embarazo, mi cuerpo se convirtió en un campo de batalla de emociones. Cada visita al médico me parecía una ardua tarea. El terror me consumía mientras me preocupaba por su estado; por perderlos. Cada mañana, al despertarme, me invadía una sensación de incertidumbre. ¿Cómo podría hacer frente a todo esto? ¿Con qué me encontraría en su nacimiento? I refused to give in to the fear; I remained strong.

Dos días antes de la fecha del parto, los médicos me pusieron inyecciones para ayudar a madurar los delicados pulmones de los gemelos. Con el corazón encogido, hice la valija y me despedí de las comodidades del hogar. Las lágrimas corrían por mi rostro mientras cerraba la puerta tras de mí y emprendía un viaje hacia lo desconocido.

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Justo antes de su primer cumpleaños, entraron en un aterrador coma

Aguanté el parto por cesárea y pronto sufrí una infección que me tuvo hospitalizada 15 días. Mis bebés permanecieron fuera de su alcance. Mi marido iba de un hospital a otro, visitándome y visitando a nuestros hijos. Cuando el personal me aseguró que mis gemelos estaban sanos, me invadió una oleada de amor al saber que comenzarían su viaje por la tierra.

En casa nos las arreglábamos para vivir el presente, sin dar nada por sentado. Sabíamos que cualquier día podía presentar nuevos retos. Entonces, justo antes de cumplir un año, entraron en coma a causa de una neumonía. Gael entró en paro cardíaco, se puso morado y empezó a expulsar espuma por la boca. Corrimos al hospital y luego esperamos, temiéndonos lo peor.

Los médicos dijeron que la situación era impredecible y delicada. Durante tres angustiosos meses, me fue casi imposible conciliar el sueño. Me pasaba las noches dando vueltas, preguntándome qué nos esperaba. Para entonces, los médicos ya habían conectado tubos de respiración a los frágiles cuerpos de mis bebés.

Esperando lo peor, preparamos nuestros últimos adioses

En estado crítico, una bacteria infecciosa se infiltró en los vulnerables sistemas de mis hijos, dejando a los médicos casi sin esperanzas. Nos llamaron para darnos el último adiós. El peso de la desesperación oprimía nuestros corazones. Entonces, como en una escena de película, ocurrió algo milagroso. Revivieron en un abrir y cerrar de ojos. No podía contener las lágrimas.

El procedimiento de separación de Agustín y Gael implicaba demasiados riesgos, por lo que los padres optaron por dar prioridad a su seguridad. | Foto cortesía de Belén Romero

Perplejos por el inesperado cambio, los médicos convocaron una reunión con nosotros para hablar de cómo seguir adelante. Nos enfrentábamos a una elección desalentadora. Los médicos creían que había que intubar. Estaban seguros al 99% de que los chicos no podían respirar por sí mismos. Para entonces, ya sabía que mis hijos eran unos luchadores y que no los dejaría ir. En una semana, mi predicción se hizo realidad. El personal les retiró los tubos de respiración y cada vez estaban más sanos.

El espectáculo que se desplegó ante nuestros ojos dejó a todos boquiabiertos. Me saqué un gran peso de encima. La peor parte ya había pasado. Ahora, tres años después, sólo han vuelto al hospital para revisiones rutinarias. Con fuerza y resistencia, seguimos adelante. Aunque su movilidad difiere mucho de la de sus compañeros, navegan por el mundo con determinación, explorando todos sus rincones.

A medida que crecen, la conexión entre ellos se hace más fuerte.

Una vez tuvimos la esperanza de poder separar a los gemelos siameses, pero hoy sabemos que el procedimiento pondría en peligro su vida. En los recovecos de nuestra casa, exploran todos los rincones con un espíritu indomable. Un monopatín remodelado les permite moverse con libertad. Sin embargo, los retos persisten. Los acunamos en brazos, estrechando sus frágiles cuerpos contra los nuestros, y los colocamos en una bañera para bebés modificada en la ducha. Para salir al exterior, utilizamos una silla ortopédica especializada.

Hacemos todo lo posible por ser positivos, pero fuera de casa la gente nos mira fijamente. Nos abordan con preguntas intrusivas, y eso nos duele profundamente. Aunque a veces me siento completamente fuera de control cuando estamos en el mundo, intento desconectar y, en su lugar, centrarme en su maravilloso vínculo.

Su vínculo me asombra. Si uno se siente mal, el otro sabe inmediatamente lo que le duele. Están íntimamente relacionados, y también son muy independientes. Esa conexión se mantiene dondequiera que vayan, incluida la escuela. Mi marido y yo también estamos unidos. Nuestros hijos representan la encarnación de la fuerza y el amor incondicional. Nos inspiran cada día.

Una vez dudé en compartir su historia con el mundo, pero ahora reconozco la importancia de desvelar este extraordinario viaje. Es un testimonio de resistencia y un símbolo de supervivencia contra viento y marea. Les doy todo el amor que una madre puede ofrecer, y les animo a alcanzar las metas que se proponen. Mientras sean felices, quiero dejarles ser lo que quieran ser.

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