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Un granjero encuentra huesos de un dinosaurio de 67 millones de años y los investigadores confirman una nueva especie

Hace unos años, un granjero que buscaba su cabra se encontró con algo curioso enterrado en un campo. Allí, en un pequeño pueblo desértico del sur de Argentina, Carmelo Muñoz vio algo que sobresalía de la tierra.

  • 1 año ago
  • noviembre 4, 2023
4 min read
PROTAGONISTA
José Patricio O’Gorman, 39, es Doctor en Ciencias Naturales por la Facultad de Ciencias Naturales y Museo (UNLP). Es investigador del CONICET especializado en reptiles marinos mesozoicos. Su carrera se centra en el estudio de la diversidad y paleobiología de los plesiosaurios de Patagonia y Península Antártica.
CONTEXTO
Conicet es una entidad autónoma del Estado Nacional que depende del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación. Cuenta con más de 11.000 investigadores que trabajan en cuatro áreas principales: Ciencias Agrarias, Ingeniería y Materiales, Ciencias Biológicas y de la Salud, Ciencias Exactas y Naturales, y Ciencias Sociales y Humanidades.

CHUBUT, Argentina – Hace unos años, un granjero que buscaba su cabra se topó con algo curioso enterrado en un campo. Allí, en un pequeño pueblo desértico del sur de Argentina, Carmelo Muñoz vio algo que sobresalía de la tierra. Se bajó del caballo para ver más de cerca. Poco sabía entonces que el esqueleto que descubrió representaba una nueva especie de Elasmosaurus, un gigantesco animal marino del Jurásico que pesaba más de 1.000 kilos.

Cuando el granjero vio los huesos, decidió excavar un trozo del esqueleto. Intuyó que era importante, pero sin teléfono móvil ni Internet, sólo compartió la noticia de su descubrimiento con el dueño de una tienda de comestibles llamada Pablo, en su remoto pueblo. Mantuvieron el descubrimiento en secreto durante años.

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Lo que encontramos en el campo del granjero nos dejó sin aliento

Doce años después, en 2021, un hombre llamado Egidio Feruglio que organizaba campañas para el Museo Paleontológico de Trelew, se detuvo en esa misma tienda de comestibles del remoto pueblo. Entabló conversación con el dueño, Pablo. Durante la conversación, Pablo menciona el descubrimiento del granjero.

Egidio contó a algunos colegas lo que había oído, y la noticia se extendió rápidamente por la comunidad científica. Sentí una descarga eléctrica que me recorrió la espalda al imaginar de qué animal se trataba. Ansiosos por ponernos en marcha, cinco de nosotros nos dispusimos a investigar. Durante todo ese tiempo, el granjero dejó los huesos en el suelo y nosotros empezamos a recoger muestras.

El terreno blando facilitó el trabajo, pero temíamos que el esqueleto también estuviera blando, lo que pondría en peligro el proceso de conservación. Cada momento de la excavación estaba lleno de emoción mientras creaba una imagen en mi mente. ¿Qué aspecto tenía esta criatura? ¿Dónde vivía y qué alimentos consumía?

La emoción estalló cuando descubrimos una vértebra cervical, además del húmero que había encontrado el granjero. Con el tiempo, descubrimos una columna vertebral, el tronco de una cola, costillas dorsales y costillas abdominales llamadas gastralia. El tiempo pasaba y nuestra euforia aumentaba a medida que veíamos más piezas: una cintura escapular, una cintura pélvica casi completa y elementos de las extremidades anteriores como el fémur, la tibia, el peroné y las falanges.

Construir el perfil de un dinosaurio que vivió hace 67 millones de años

Poco a poco, nuestro equipo empezó a construir una imagen vívida de este increíble dinosaurio. Parecía increíble pensar que algo tan extraordinario hubiera vagado alguna vez por el mismo paisaje que ahora pisábamos. Gracias a este hallazgo, determinamos que el espécimen vivió hace aproximadamente 67 millones de años, poco antes de la extinción de los dinosaurios.

En el sedimento asociado al Elasmosaurus reconocimos tres grupos de microfósiles y nannofósiles, organismos muy diminutos que sólo pueden observarse con una lupa o un microscopio. Su relativa abundancia y buen estado de conservación nos permitieron interpretar el hábitat del espécimen como un medio marino poco profundo y de aguas cálidas.

Cada fase de este proceso me llenó de felicidad y de un profundo sentimiento de orgullo por mi trabajo. Era surrealista formar parte de algo tan innovador. Pasamos largas horas observando y analizando todo lo que encontrábamos. Día tras día, concentraba mi mente tan intensamente como un satélite en el espacio envía señales.

Captamos todos los datos y los cruzamos con la información recopilada. Poco a poco, se abrió un camino y las piezas de este descubrimiento encajaron como un puzzle. Para mí, eso lo significaba todo. Los datos me hablan como la poesía, como la vida misma. En este caso, se trata del descubrimiento de una de las criaturas más asombrosas de la Tierra: el dinosaurio.

Todas las fotos son cortesía del Grupo de Investigación del CONICET.

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