The stories came to life for me, listening to the testimonies of the victims. Parents woke up to find their babies stolen. One person said, “I heard my baby cry, and they put me to sleep. I woke up three days later and they told me that my baby had died.»
BUENOS AIRES, Argentina ꟷ Cuando era un bebé recién nacido, una partera me separó de mi madre, me vendió a mis padres adoptivos y falsificó mi acta de nacimiento. Puede que nunca sepa quién soy y de dónde vengo.
Me convertí en víctima de Las Parteras del Horror en Argentina. Algunos días, mi situación se siente desesperada.
A los 14 años, mis padres me dijeron que me adoptaron. No vi los archivos ni el papeleo de mi adopción, ni pregunté. La posibilidad de identificar a mi madre y a mi padre biológicos seguía siendo esquiva, porque mis documentos de identificación enumeraban a la pareja que me crió como mis padres biológicos.
Mientras que mi certificado de nacimiento dice el 6 de julio de 1979, me enteré de que esa fecha puede no representar mi cumpleaños real. El certificado menciona además mi lugar de nacimiento como un departamento en Buenos Aires, Argentina, la dirección de una partera. Desde entonces, la mujer en la dirección ha sido identificada como parte de a grupo de comadronas que se apropiaban de los niños al nacer y los vendían a los padres adoptivos. Estos padres registraron a los niños como propios en actas de nacimiento falsas.
Existen pocas fotografías de mi nacimiento. Una muestra a mi madre adoptiva Nelly sosteniéndome en sus brazos. Un ramo de flores sobre la mesa marca la celebración de mi llegada. Detrás, una cuna azul claro hace juego con el color de mi ropa de recién nacido.
Comúnmente en ese momento, en la década de 1980 en Argentina, las niñas trabajaban estrictamente de rosa y los niños vestían de azul. Deduje de la fotografía que esperaban que su nuevo bebé fuera un niño.
Mi madre adoptiva Nelly falleció a los 30 años y me acerqué a CONADI (Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad). Nunca se me ocurrió comenzar mi investigación mientras Nelly vivía. No quería causarle dolor.
CONADI realizó pruebas de ADN y formuló preguntas. Mi fecha de nacimiento coincidió con una época de dictadura militar en Argentina, lo que me dio acceso especial a una base de datos de ADN.
Desafortunadamente, después de tres meses, los resultados de ADN no coincidieron. Todas mis expectativas se desvanecieron cuando recibí esa fugaz y angustiosa llamada telefónica. En un momento trascendental de mi vida, no tenía apoyo ni nadie que me acompañara. Suspendí la búsqueda.
El año pasado, a mediados de agosto, encontré un grupo llamado «Víctimas Unidas de la Red de Matronas». Me dieron una cálida bienvenida y me guiaron a través de una serie de pasos que todo buscador debe seguir para comenzar su búsqueda. De repente, me encontré cara a cara con una realidad inesperada.
Me enteré de que, junto con más de 150 personas más, había sido víctima del tráfico de bebés por parte de un grupo organizado de aproximadamente 14 parteras. Mantuvieron una sociedad ilícita y trabajaron en una zona específica de Argentina con diferentes hospitales, médicos y organismos gubernamentales. Me tomó mucho tiempo procesar ese hecho. Saber que era parte de este grupo fue como una bofetada en mi alma.
Me hice tres pruebas de ADN diferentes: una de CONADI, otra de Family Tree DNA out of Houston, and one from a Brazilian company called Era Gen. La coincidencia más cercana que obtuve provino de un primo segundo. El proceso de investigación se siente muy complejo.
Me enteré de que las parteras se enfocaban en parejas que no podían mantener a sus hijos, así como en niñas embarazadas muy jóvenes que creían que no podían quedarse con sus bebés. Las parteras usaron mentiras para convencer a estas madres de que vendieran a sus bebés por dinero en efectivo.
Las madres que ahora están conectadas con nuestra organización cuentan que les dijeron: “Vamos a darle a ese bebé un hogar y una familia. Por otro lado, si te quedas con el bebé, correrá un destino horrible». A veces incluso les decían a las madres que su bebé había muerto. Aprovechando su dolor y conmoción, las parteras decían que se encargarían de todo. Esto les permitió retener los certificados de defunción y nunca mostrar a las madres en duelo los cuerpos de sus bebés.
Las historias cobraron vida para mí al escuchar los testimonios de las víctimas. Los padres se despertaron y encontraron que sus bebés habían sido robados. Una persona dijo: “Escuché llorar a mi bebé y me pusieron a dormir. Me desperté tres días después y me dijeron que mi bebé había muerto».
Si bien esta no es la única red de parteras que toman bebés de sus madres, ahora entendemos cómo funcionan estas redes. En mi caso, mis padres adoptivos tomaron el certificado de nacimiento que las parteras les entregaron a una organización federal y me registraron como su hija biológica.
Al hacerlo, perdí la capacidad de saber quién soy. Aunque mi certificado de nacimiento sigue siendo ilegal, un organismo público del gobierno lo validó.
Las parteras que me victimizaron, las Parteras del Horror, trabajaron en colaboración con otras organizaciones y profesionales a partir de la década de 1950. Continuaron hasta que fueron descubiertos en la década de 1980. Nuestra búsqueda de nuestras familias y nuestra lucha colectiva ayudaron a extender la ley de origen de la identidad en Argentina. La nueva ley propone reunir y dar acceso a un banco genético más amplio porque, en nuestro país, el único banco que tenemos se limita a un período específico de la dictadura militar argentina.
Con la extensión de la ley, cualquier persona puede tomar un caso para buscar sus orígenes y ya no se limitará a ese momento de la historia. Hoy, aquellos de nosotros involucrados en la lucha, alentamos a cualquiera que haya trabajado con una partera, a quien le dijeron que su bebé murió pero no tiene un certificado de defunción, a que se comunique con nosotros. El ADN ancestral se puede examinar en una base de datos global ahora.
Asumir este proceso resulta difícil. No solo los pasos, sino también el impacto mental de tomar la decisión de buscar, puede ser difícil. Cuando pedí mi prueba de ADN en línea, llegó en tres días, pero me tomó tres semanas reunir el coraje para hacerlo.
El hisopo resulta menos invasivo que una prueba de COVID, pero realizarlo puede aturdirlo emocionalmente. Muchos de nosotros sufrimos de culpa porque no queremos lastimar o dañar a nuestras familias adoptivas, pero debemos intentarlo. Debemos encontrar nuestras identidades si podemos.