En el tercer intento, nuevamente me transfirieron dos embriones. Esta vez, prendieron los dos. Cuando retiré el análisis de la clínica y el resultado fue positivo, me largué a llorar de la alegría. Llamé a José y a Rubén en ese mismo momento.
BUENOS AIRES, Argentina —Llevo en mi vientre un par de mellizas que no son mis hijas. Subrogo mi vientre porque de esta manera cumplo mi sueño de ayudar a que una pareja pueda cumplir el suyo de extender su familia. La primera vez que supe acerca de la subrogación fue a través de historias de personas famosas. Veía a Flavio Mendoza, Ricardo Fort, Ricky Martin, y me llamó la atención. Comencé a investigar por qué no se hacía lo mismo en Argentina. Comencé a desearlo. Pero primero quería pasar por la experiencia de ser madre.
Desde muy chica tuve el deseo de ser mamá. Y quería concretarlo siendo joven. A mí me gustaba la idea de terminar de crecer junto a mi hija. Tengo veintisiete años, mi hija Olivia tiene seis, y creo que tomé la mejor decisión. Una vez que nació mi hija, me sentí lista para subrogar.
Comencé a investigar, vi que en Argentina existía un vacío legal respecto a esto y la curiosidad comenzó a crecer. Ahí leí notas, historias de personas que lo habían hecho, y me di cuenta de que era una realidad alcanzable. Y me ofrecí como subrogante. Como mi deseo de ser madre, el deseo de subrogar no tiene explicación. Es algo que simplemente me nació.
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Disfruté mucho mi primer embarazo, al punto que no quería que terminara. Esto es una buena manera de volver a estar embarazada, pero sin tener otro hijo propio, que es algo para lo que no me siento preparada. Poco a poco me contacté con algunas parejas. Una chica viajó desde otra provincia para conocerme.
Nos encontramos en una clínica y conversamos. Decidí no avanzar porque su pareja no quería que tuviéramos relación luego del parto. No me gustó ese trato. Sé que no son mis bebés, pero no dejan de ser personas con las que voy a estar conectada sentimentalmente. No me gustaría perder contacto desde el nacimiento.
En ese mismo grupo de Facebook leí la historia de José y Rubén, una pareja que vive en España. A ellos les gustaba la idea de hacerlo en Argentina, porque tuvieron una experiencia en Europa con la que no se sintieron cómodos. En Ucrania no les permitían conocer a la mujer gestante, todo era más frío.
n ninguna parte del proceso establecimos un acuerdo económico. Sólo me ayudarían con los gastos médicos y compensando el tiempo en el que deje de trabajar para cuidar el embarazo, sobre todo en las últimas semanas. Conocerlos y establecer una conexión me pareció muy agradable.
Pronto surgieron complicaciones. Te dan mucha medicación para el tratamiento, me tuve que inyectar la panza con hormonas varias veces. Es difícil. Me hicieron tres transferencias embrionarias. En la primera, el resultado fue negativo.
En la segunda, me transfirieron dos embriones. Uno sólo se prendió al útero, pero no se desarrolló. En ese momento sentí que mi cuerpo no servía para este proyecto, me angustié. Estaba muy angustiada pero me ofrecieron muchísimo apoyo. Volvimos a intentarlo.
En el tercer intento, nuevamente me transfirieron dos embriones. Esta vez, prendieron los dos. Cuando retiré el análisis de la clínica y el resultado fue positivo, me largué a llorar de la alegría. Llamé a José y a Rubén en ese mismo momento.
Sé lo que es tener el sueño de ser madre, así que conocía lo que sentían con todo esto. Yo lo sentí cuando soñaba con ser madre. Al ser testigo de las emociones desbordantes que sentían, pude empatizar con ellos. Es un sueño ayudarlos, dar estas vidas y saber que les estoy cumpliendo el sueño a ellos. Mi hija supo todo desde el primer momento. Se sintió muy bien. Me aliviaba el estrés y me daba seguridad sobre lo que hacía.
Desde el principio, hice que mi hija estuviera al tanto de todo. Cuando José y Rubén viajaron a Argentina para conocerme, la llevé a ella. Les dije que para mí es importante que los vea y entienda.
La primera vez que hablamos del tema estábamos en el auto. Le dije “José y Rubén son novios y están casados. Quieren tener un bebé y necesitan la parte de la mujer que se llama óvulo. Cuando tengan eso de otra mujer, necesitan una panza, alguien que lleve al bebé. Mamá quiere ser esa panza”. Lo fue procesando y cada tanto me pedía que volviera a explicarle.
No me preocupa mi salud respecto al embarazo. La piel se estira, aparecen estrías, siento náuseas y todo eso, pero estoy preparada. Sólo quiero llegar a término, que sea un nacimiento lindo y que lo podamos compartir. Los padres de las mellizas van a estar durante el parto. Que vamos a intentar que sea natural. Apenas nazcan, la idea es que se las entreguen a ellos. Yo no las voy a amamantar. Todo lo que genera apego, lo vamos a evitar.
No sé si pasaría nuevamente por esta experiencia. Ahora estoy disfrutando este proceso. Una de las cosas que más estoy disfrutando es comunicarlo, que se haga público, que la gente sepa. Me gusta que la gente conozca esta opción.
Me llegan muchos mensajes diciendo que no sabían que se podía hacer, y que ahora se van a poner a investigar. Es increíblemente gratificante hablar con familias que desean tener hijos pero se enfrentan a dificultades. Me encanta decirles que tienen la oportunidad de cumplir sus sueños. Llegar a familias que quieren tener hijos y no pueden, que conozcan que hay una posibilidad para concretar su sueño, es lo que más valoro de esta experiencia.