Antes de perder la vista, pasaba los días hacienda skate con amigos y yendo a todos los lugares que podía… Hasta que un día, pasó; ya no pude ver. Empecé a quedarme sentado a un costado, escuchando el sonido de los skates contra el cemento mientras las risas y los gritos de mis amigos resonaban en el aire.
BUENOS AIRES, Argentina — Cuando me dijeron que había un casting para la serie de Netflix División Palermo, me entusiasmé. Mientras leía el guión, me reía a carcajadas, sólo en mi casa. Nunca había leído un guión que me hiciera sentir lo mismo. Como parte del elenco, y como actor ciego, todavía me cuesta creer que me paguen por hacer esto. Me da un poco de pudor, y también me recuerda el rol crucial que tenemos los artistas en nuestra sociedad.
Nací con padres ciegos, así que nuestras vidas me parecían bastante normales, la ceguera era algo natural para mí. Ellos se comportaban como cualquier otro padre o madre – me dieron amor y apoyo incondicionales. Me ayudaban con las tareas de la escuela y lidiaron con mis travesuras.
A sus once años, mi hermano menor se quedó ciego. Intuía que me podía pasar a mí también, pero trataba de no pensar demasiado en eso. Empecé a usar anteojos y, aunque los lentes cada vez eran más gruesos, mi visión no mejoraba. No era una sorpresa, pero dentro mío no aceptaba la situación. Me aferré a la esperanza, aunque conocía mi historia familiar. Poco después, sentí miedo y preocupación por lo que vendría.
Cuando la ceguera se apoderó de mí, mi vida sufrió muchos cambios. Fue un momento de quiebre. Comencé a sentirme como una persona completamente distinta. Tratar de adaptarme a un nuevo estilo de vida fue algo brusco. Antes de perder la vista, pasaba los días hacienda skate con amigos y yendo a todos los lugares que podía. Hasta que un día, pasó; ya no pude ver.
Empecé a quedarme sentado a un costado, escuchando el sonido de los skates contra el cemento mientras las risas y los gritos de mis amigos resonaban en el aire. Me sentía frustrado.
Quedarme ciego significaba, entre otras cosas, que ya no podía dibujar los escudos de mis bandas favoritas. De chico pasaba horas dibujando hasta que se hacía de noche. Necesitaba canalizar esa energía artística en algo. Agarré una guitarra y comencé a practicar, de forma autodidacta. El instrumento en mis manos se convirtió en una fuente de alegría y diversión. Sabía que no debía dudar de mí mismo. Supe que seguiría mis pasiones sin importar lo que me pasara.
Mi mamá y mi papá me demostraron, con sus historias, que la ceguera no tiene por qué ser un freno. Ambos se quedaron ciegos en la adolescencia. Pero pudieron desarrollarse, trabajar, formar una familia. Me dieron la certeza de que yo también podría.
La música se convirtió en mi motivación para seguir adelante y desafiarme constantemente. Me ayudó a superar obstáculos, y hubo muchos. Tuve que adaptarme a todo nuevamente, como una persona ciega. Mis padres me mandaron a una escuela para ciegos, donde enseñaban cosas básicas para moverte en el mundo. La primera vez que salí a la calle sin ver, solo, me dio mucho miedo.
Mis padres me dieron un bastón y me dijeron “Andá, cruzá la avenida”. Daba cada paso con mucha inseguridad. Cada sonido era una posible amenaza – hasta una mosca volando cerca de mi oído. Me esforcé por mantener la calma, enfocándome en lo que había aprendido. Caminé por la calle lentamente y pude tomarme un colectivo. Arriba, ya seguro, sentí orgullo por lo que conseguí. Con el tiempo se fue volviendo más fácil caminar fuera de casa solo, y se volvió algo rutinario. Fue creando mis propias referencias y técnicas para ganar autonomía, libertad e independencia para moverme por el mundo.
En casa, de chico, no le prestábamos mucha atención a la televisión, éramos más de escuchar música. Una noche, en la casa de un amigo, estábamos viendo la serie Tratame bien, protagonizada por Julio Chavez. Fue la primera vez que me detuve en algo así. A pesar de sólo escuchar la serie, su actuación me sacudió, me conmovió. Sentí que algo se abrió dentro de mí. Cuando supe que en Teatro Ciego hacían un casting para actores ciegos, fui entusiasmado.
Llegué al casting temprano. Esperando que abrieran la puerta, el dueño del teatro me vio. Nos pusimos a charlar, nos llevamos bien enseguida. Cuando me paré frente a quienes tomaban la audición, sentí adrenalina, pero nada de nervios. De verdad me creí todo lo que decía, y proyecté una confianza inquebrantable.
En cuanto me eligieron, fue un poco surreal. Comencé a actuar en el teatro y después a estudiar y formarme en diferentes lugares. Como actor ciego, por mis ojos no entra nada, pero mi cabeza está llena de imágenes. Le pongo forma a todo lo que percibo. Es un proceso de pura imaginación, recontra libre.
Escucho una voz y veo en mi cabeza a la persona como me la imagino. A veces, actualizo esa imagen de acuerdo a la información real; a veces, la dejo en mi cabeza como la imaginé inicialmente. Actuar me dio un lugar donde crecer y desarrollarme, y con el tiempo di un paso más. Comencé a producir. Empecé a producir.
Cuando llevamos nuestra obra Odd Man Out a Broadway, primero nos enfocamos en que el elenco se habituara a la oscuridad. Un día, pusimos una mesa en el medio de la sala a oscuras. Sobre ella, las bebidas y comidas que cada actor y actriz llevó.
Los hicimos entrar y simplemente les dijimos que se sirvieran libremente, con las luces apagadas. Fue como una especie de juego – derramaron líquido y tiraron comida. Se frustraron, pero se divirtieron.
El proceso consolidó al grupo mientras todos captaban la esencia de esta experiencia única. Al tener un lugar en este mundo del teatro y la televisión, tengo la oportunidad de cumplir el rol de impactar a la sociedad a través del arte.
Todas las personas merecen un descanso de la realidad de vez en cuando, para conectarse con lo que verdaderamente les habla. Como actores, nosotros le brindamos a la gente ese escape y liberación.
A veces, reflexiono sobre cómo habría sido mi vida si no hubiera perdido la vista. Sé que no sería la persona que soy hoy. Perder la vista me trajo hasta aquí. Me encanta mi trabajo y conocí a gente increíble en el camino. Vivo una vida maravillosa.