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Mujer trans argentina recuerda el abuso que la llevó a asesinar a su familia

Vi a mi hermano, no lo dudé. Recuerdo que no entendía bien lo que estaba haciendo, pero sentí que el ruido del disparo me atravesaba. Fue como si alguien más apretara el gatillo.

  • 3 años ago
  • octubre 12, 2021
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BUENOS AIRES, Argentina ꟷ Mi nombre es Marilyn Bernasconi, pero nací con el nombre de Cristian Marcelo. Sólo mi padre aceptó mi identidad de género.

Marilyn Bernasconi
Protagonista
Marilyn Bernasconi nació el 6 de junio de 1990 y lo llamaron Cristian Marcelo. Se le asignó el sexo masculino al nacer, pero finalmente se identificó como mujer. Apodada «Marcelito» cuando era niña, era tímida, tranquila y retraída.

Habiendo cumplido casi la mitad de su sentencia de 25 años hasta la fecha, Marilyn dice que cuando sea liberada de la prisión, planea ir al cementerio donde descansa su familia y pedir perdón. Ella continúa enviando flores a sus tumbas.

Marilyn dice que las personas LGBTQ + que no son aceptadas por sus familias a menudo se escapan de sus casa, terminan con sus vidas o eligen aparentar se heterosexuales para complacer a sus familias. Ella dice que ninguno de estos caminos es fácil e insta a las familias a respetar los deseos de sus seres queridos.

A los que sufren, les dice que busquen a alguien de confianza. Guardar silencio, dice, la llevó al peor destino posible.

Mientras estaba en prisión, Marilyn finalmente consiguió lo que tanto deseaba: un cambio de género. Ahora está declarada legalmente como Marilyn Bernasconi.
Contexto
El premiado largometraje «Marilyn» está basado en la vida de Marilyn Bernasconi y se estrenó en febrero de 2018. Detalla el despertar sexual de un joven que se identificó como mujer en un ambiente hostil en la zona rural de Buenos Aires y relata el trágico final de su familia. En octubre de 2018, la producción se proyectó en el 68° Festival Internacional de Cine de Berlín.

Marilyn dice que el guionista y director argentino Martín Rodríguez Redondo se acercó a ella sobre el proyecto. El guionista mantuvo largas charlas con Marilyn y ella le entregó su diario, al que llamó «Sufrimiento por no ser yo misma». Martín escribió el guión de la película, que según Marilyn representa fielmente su vida. Ella dice que la creación de la película la hizo revivir sus peores recuerdos y una vez más enfrentar el dolor y el arrepentimiento de las muertes.

Una producción argentino-chilena, el elenco incluyó a Walter Rodríguez, Catalina Saavedra, Germán de Silva, Andrew Bargsted, Ignacio Giménez, Rodolfo García Werner, Josefina Paredes, Germán Baudino y Santos Lontoya.

En el Festival Internacional de Cine Gay y Lésbico de Milán de 2018, “Marilyn” ganó el Premio Especial del Jurado Cultweek a la Mejor Película de Ficción.

También ganó el Premio del Jurado a la Mejor Película de Ficción en el Festival Internacional de Cine LGBT de Tel Aviv en 2018, y el actor Walter Rodríguez ganó el Premio Sur 2018 al Mejor Actor Revelación.

Cuando murió, mi hermano y mi madre me hicieron la vida imposible.

Un día, por desesperación, los maté.

Un insulto y una explosión de emociones.

Al crecer en el campo, estaba rodeada de soledad. No tenía amigos, ni juegos, ni afecto. Mi madre no mostró ningún signo de amor por mí pero sí por mi hermano, su preferido. Aunque mi papá trató de compensarla, siempre sentí la diferencia.

Cuando comencé la escuela, a los de 6 años, era tímida e introvertida. Me resultó difícil relacionarme con los demás.

Cuando murió mi padre, mi madre y mi hermano me rechazaron y trataron, por la fuerza, de hacerme cambiar mi autopercepción. Sufrí brutalmente por sus crueles palabras y golpes físicos. Durante dos años, la depresión se apoderó de mí.

Una madrugada de mayo de 2009, a los 18 años, todo cambió. Mi hermano insultó la memoria de mi padre. Me llamó maricón y afirmó que mi padre murió por mi culpa.

Me quedé ciega y exploté de ira y angustia. La muerte de mi padre no les importaba en lo más mínimo. Dejaron de ir al cementerio y de llorarlo un mes después de su muerte.

Sabía que las palabras de mi hermano eran una mentira, pero no pude contenerme. Mi visión se volvió borrosa y el suelo se movió bajo mis pies como si estuviera mareada. Los sonidos se volvieron distantes a medida que aparecían sensaciones extrañas. El dolor y la ira hicieron que el calor subiera dentro de mí.

Matar a mi familia

Dejé a mi hermano y caminé hasta la casa, a 50 metros (164 pies) de distancia. Mis ojos estaban nublados y el mareo continuaba. Bajé la mirada pero no me cayeron lágrimas de los ojos. En la habitación que todos compartíamos, detrás de la puerta, al lado del armario, encontré la escopeta calibre 16.

Miré a mi hermano, no lo dudé. Recuerdo que no entendía bien lo que estaba haciendo, pero sentí que el ruido del disparo me atravesaba. Fue como si alguien más apretara el gatillo.

Mi hermano estaba no entendía que estaba ocurriendo, mientras, lo escuché caer estrepitosamente. Regresé a la casa y encontré a mi madre en la cocina. Estaba de espaldas a mí. Prefiero no recordar ese momento. Duele mucho.

Con la pistola en la mano, comencé a correr por el campo. Corrí hasta que sentí una sensación de escalofrío por todo el cuerpo y me vi con la pistola en la mano, bañada en sudor. No me atrevía a regresar a la casa y ver lo que había hecho, así que dejé caer el arma y corrí hacia el vecino más cercano, a dos kilómetros (1,24 millas) de distancia.

Me escucharon gritar y se despertaron. Mentí y dije que nos habían querido robar, instándolos a llamar a la policía y a una ambulancia. Sentí que sabían lo que pasó. Esos pocos segundos fueron como estar en el infierno.

Frente a las consecuencias 

En estado de shock y sintiendo que nadie creía mi mentira, confesé el asesinato de mi hermano y mi madre. Una vez declarada culpable, el juez me sentenció a 25 años de prisión. Hasta ahora, he cumplido 12.

Desde el momento en el que maté a mi familia, creí que debía ser condenada, para pagar por mis errores. Ahora, a los 31 años, siento que perdí mi juventud en la cárcel. Nada positivo proviene de estar privada de libertad. Los años pasan sin pena ni gloria.

La prisión me enseñó la verdadera soledad. También, a valorar hasta el más mínimo detalle. Cuando era joven, no sabía cómo buscar ayuda. Mirando hacia atrás, haría las cosas de manera diferente.

Con cada año que pasa, mi pesar me duele más y más. El castigo moral es peor que el encarcelamiento. Me acompañará el resto de mi vida.

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