Las reacciones a los tatuajes finalizados varían tanto como las historias detrás de cada cicatriz y quemadura. En algunas ocasiones, cuando se revela la obra artística, ciertas personas se quedan en silencio, mientras que otros me abrazan y comienzan a llorar. Lo único que no cambia es mi propia emoción.
BUENOS AIRES, Argentina—Mi amor por los tatuajes y la pérdida de mi madre, tía y abuela a causa del cáncer de mama me ha llevado a transformar la vida de miles de personas brindando tatuajes que sanan. Tatúo de forma gratuita las cicatrices de mujeres operadas para tratar el cáncer de mama, con la finalidad de que la obra de arte reemplaze la areola cicatrizada y el recuerdo del cáncer no sea tan doloroso.
También tatúo a sobrevivientes de quemaduras y violencia de género sin costo alguno. Todo comenzó por casualidad hace varios años cuando una persona llegó a mi estudio de tatuajes, Mandinga Tattoo, con gran parte de su cuerpo quemada, la tatué y fue increíble—ese tatuaje cambió su vida y también se volvió viral en línea.
En las décadas de 1980 y 1990, los tatuajes eran mucho menos comunes que ahora, y la sociedad a menudo estigmatizaba a quienes los tenían, sin embargo, a la edad de 18 años, decidí hacerme uno.
Un amigo me llevó al baño de un gran mercado y allí, un tatuador me recibió con agujas de coser y tinta china, yo sólo tenía suficiente dinero para comprar una pequeña rosa. Dos años más tarde, con las herramientas más básicas, comencé a tatuarme. Mi pasión se convirtió en mi trabajo y en una fuente de ingresos para ayudar a mi familia.
Mientras que mi papá odiaba la idea de que tatuara, mi mamá me compraba melones a escondidas para que practicara y sin darme cuenta, todo el vecindario llevaba mis dibujos en la piel. Muchas veces ni siquiera tenía dinero para comer, pero sabía que estaba luchando por algo más grande: quería abrir mi propio estudio.
Invertí todo lo que tenía para realizar la primera feria de tatuadores de Argentina. Si no funcionaba, terminaría sin nada, pero por suerte, tal fue el éxito que abrí mi primer estudio de tatuajes en 1993 y ahora es uno de los más conocidos del país.
Cuando aprendí a tatuar cicatrices en el 2008, publiqué en Facebook y dije que se lo haría gratis a cualquier mujer que se hubiese sometido a una mastectomía. Pensé que habría algún interés, pero nunca hubiera imaginado la cantidad de mensajes que empezarían a llover. Para ser exactos, tuve un millón de comentarios en menos de 24 horas. Estaba impactado.
Aún recuerdo a la primera clienta con mastectomía que se me acercó, su nombre era Lidia y tenía unos 70 años. Sufrió profundamente como resultado de su experiencia, por lo que no podía tocarse ni mirarse en el espejo debido a la angustia que sentía por la cicatriz.
Nunca le dije que era mi primer “tatuaje sanador”. Seguí hablando con ella, tal vez porque mis nervios estaban tan alterados como los de ella. Cuando terminé, ella se miró en el espejo, me abrazó y me dijo: «Te amo». suspiré aliviado; todo valió la pena. Ese fue el primero de 1,700 y contando. A medida que aumentaron los casos, empezamos a incluir mujeres con cicatrices de violencia de género y quemaduras.
Hay mujeres que vienen porque tuvieron accidentes domésticos cuando eran muy jóvenes, y crecieron con bullying toda la vida por su apariencia. A otras las encerró el marido en una habitación y les prendió fuego. Hay muchas historias, muchas de las cuales incluyen maltrato, segregación por parte de la sociedad y vergüenza.
Yo personalmente elijo a quien tatuar gratis entre los muchos que preguntan. Le doy prioridad a las historias que me impactan y a quienes no pueden pagar por los tatuajes. Hoy en día, hay una lista de espera de cientos de personas.
Los tatuajes son más que simples piezas estéticas y trato de darles a cada uno algo más que calidad artística. Un tatuaje es algo que tiene mucha energía: ya sea que la energía sea buena o mala, la llevarán consigo para siempre. Siento empatía con cada cliente y trato de que se sientan bien durante el proceso.
Cada uno de estos tatuajes lleva meses de trabajo; el proceso es complicado y costoso porque es difícil trabajar con la piel quemada y con cicatrices en comparación con la piel que no se ha tocado. Debido a la cantidad de horas compartidas, establezco un vínculo con estos clientes especiales.
Las reacciones a los tatuajes finalizados varían tanto como las historias detrás de cada cicatriz y quemadura. En algunas ocasiones, cuando se revela la obra artística, ciertas personas se quedan en silencio, mientras que otros me abrazan y comienzan a llorar. Lo único que no cambia es mi propia emoción. Con cada tatuaje revivo lo que experimenté con mi propia familia, el recuerdo de ellas aún me acompaña y son quienes inspiraron esta iniciativa que cambia la vida de tantas personas.
Todo lo que tenemos mi familia y yo se lo debemos al tatuaje. Considero que me encuentro en deuda con esta forma de arte, y por eso tatuo de esta forma.
En la última semana de 2021, mi familia y yo comenzamos un viaje en un RV con la intención de recorrer las Américas de punta a punta, cruzando 15 países en total. El proyecto nació durante la cuarentena de COVID-19 como un viaje familiar, pero luego se me ocurrió realizar tatuajes que sanan durante el viaje.
Empezamos en Ushuaia, la ciudad más austral del mundo, y esperamos terminar en Alaska a principios de 2023. Las embajadas de cada país me han conectado con organizaciones de mujeres, y con su ayuda y conexiones pretendo tatuar entre 20 y 30 tatuajes sanadores por ciudad. En cada destino queremos dejar embajadores: tatuadores que quieran seguir brindando estos tatuajes sin costo a quienes lo necesitan.
Además, planeamos grabar una especie de reality show contando las historias de aquellos que hemos conocido.
Mi futuro está lleno de proyectos. A uno le sigue otro, como una cascada. Cambiar la vida de las personas cambia mi vida, y estaré eternamente agradecido.