No se equivoquen: Facundo murió después de que la policía lo tirara al suelo, lo golpeara y lo asfixiara. Aún hoy repaso la secuencia en mi mente como masticándola sin poder digerirla.
BUENOS AIRES, Argentina – El 8 de agosto, los manifestantes se reunieron en el Obelisco de Buenos Aires para plantear varias reivindicaciones, entre ellas una mejor asistencia gubernamental a los desempleados en Argentina. Asistí al acto como fotoperiodista. Al comenzar la marcha, los agentes de policía se volvieron más violentos. La situación empeoró cuando las autoridades empezaron a agarrar a los manifestantes. Vi cómo la policía inmovilizaba a la fuerza los rostros de la gente contra las frías baldosas del Obelisco. Algunos de los manifestantes empezaron a gritar pidiendo ayuda, diciendo que se estaban ahogando. Me acerqué a ellos, filmando todo a medida que avanzaba, y les pedí que dijeran sus nombres.
Quería asegurarme de grabarlo todo por si les servía de ayuda más adelante. De repente, me di cuenta de que uno de los manifestantes, el veterano periodista y activista Facundo Morales, no reaccionaba. Su rostro parecía muy golpeado y su cuerpo estaba sin vida. El miedo y la ansiedad se apoderaron de mí al suponer lo peor. Está morado, dalo vuelta! Pero ya era tarde.
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Mientras mi cámara de vídeo grababa todo lo sucedido, la policía derribó a Facundo y lo inmovilizó haciendo un uso excesivo de la fuerza. En el video les aviso a los policías que Facundo está morado, que se descompensa, que sufre un infarto. Pero nada. En lugar de prestarle primeros auxilios, siguieron reteniéndolo. Su abandono y negligencia parecían crueles, agravados por el retraso de una ambulancia. Verlos matar a Facundo es algo que nunca olvidaré.
Trabajando como fotoperiodista en Argentina, documento principalmente comunidades indígenas y ese día me dirigía a cubrir otro evento cuando me crucé con la protesta y el Obelisco. Autos de policía y guardias rodearon toda la zona. La gente empezaba a irse, así que caminé lentamente hacia ellos para ver qué ocurría. De repente, vi que se acercaba Facundo.
Justo delante de mí, las autoridades formaron una fila para impedir el paso y empezaron a apartar a la gente. Cuando la situación se agravó, saqué mi teléfono para iniciar un vídeo en directo en Instagram. Luchando por digerir la escena que tenía delante, me centré en el contenido que había creado con la esperanza de garantizar la seguridad de los manifestantes. Sentí que mis instintos de supervivencia entraban en acción.
Mi cuerpo entró en un estado de existencia diferente al presenciar la violencia; me puse más alerta. Seguí a Facundo con el lente de mi cámara, observando cómo los agentes de policía lo rodeaban rápidamente. Ante mis propios ojos, vi cómo le golpeaban hasta que perdió el conocimiento.
No se equivoquen: Facundo murió después de que la policía lo tirara al suelo, lo golpeara y lo asfixiara. Aún hoy repaso la secuencia en mi mente como masticándola sin poder digerirla. Las imágenes me devuelven a ese momento exacto, cuando mi cuerpo entró en estado de shock.
No podía creer lo que estaba viendo. Salí corriendo, aterrorizada por mi propia vida después de presenciar cómo la vida de Facundo se escurría lentamente de sus ojos. No hay palabras para expresar el dolor que sentí en mi corazón. Por mucho que me sintiera asustada y traumatizada, sabía que estas imágenes tenían que salir a la luz.
Hace poco fui al velatorio de Facundo y hablé con su padre, que es un hombre maravilloso. Ver la fortaleza y el dolor de su familia me dio valor para compartir abiertamente mi historia. Por mucho que me sintiera asustada y traumatizada, sabía que estas imágenes tenían que salir a la luz. Incluso cuando reviso las cintas, recuerdo el momento exacto en que nos lo arrebataron.
Algunas personas intentaron zafarse de Facundo, pero los agentes se lo impidieron. Las impactantes fotos que tomé no pueden describir la verdadera violencia, crueldad y total falta de humanidad que se desplegaron ante mí. Espero que con todas las pruebas que tenemos ante nosotros, podamos hacer que los responsables rindan cuentas de sus actos.
Todas las fotos son cortesía de Susi Maresca.