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Enseñanza transformadora: una educadora afronta retos únicos en una escuela indígena de las montañas de Tucumán

Suena el timbre que marca el comienzo de un nuevo día. Los niños entran en las aulas mientras yo permanezco bajo los rayos del sol, respirando el olor fresco de la hierba verde. Las nubes descienden y se convierten en una bruma que acaricia las laderas de las montañas. Este lugar, esta gente y este modo de vida me han cambiado para siempre.

  • 4 meses ago
  • julio 17, 2024
8 min read
notas del periodista
Protagonista
Fabiana Valenzuela lleva 29 años dedicada a la educación. Desde 2023, se desempeña como directora de la escuela multinivel de alta montaña Anfama, en Tucumán, Argentina. A lo largo de su carrera, Fabiana ha trabajado con diversas instituciones y organizaciones, defendiendo la educación y los derechos de los niños.
Contexto
Aislados en muchos casos, los profesores llevan años reclamando la construcción de carreteras para llegar a las escuelas y recibir a los alumnos. Se trata de un reto importante para la enseñanza y el aprendizaje en lugares inhóspitos y con recursos mínimos.

La educación rural se refiere al tipo de enseñanza impartida en instituciones educativas a niños, adolescentes, jóvenes y, a veces, adultos que viven en aldeas o zonas alejadas de los centros urbanos. Esta pedagogía es crucial para sus destinatarios, ya que a menudo representa la única educación a la que pueden acceder. Muchos no pueden trasladarse a la ciudad, y sus ubicaciones geográficas carecen de las políticas necesarias para un desarrollo educativo adecuado. Para más detalles sobre la importancia de la educación rural en Argentina, ver esto Grupo Banco Mundial video.

TUCUMÁN, Argentina – Después de 29 años de docencia, necesitaba un cambio, y en 2023 ocurrió algo mágico. Recibí una llamada para un puesto de directora en una pequeña escuela que atendía a niños de entornos económicos vulnerables. Enclavada en un pueblecito a 2.000 metros de altitud en la cordillera de los Andes, la escuela era de difícil acceso. Si aceptaba el puesto, tenía que quedarme allí 15 días seguidos.

Cuando escuché las historias de los niños y conocí la misión de la escuela, me conmovió profundamente. Decidí solicitar el puesto. Con el apoyo de mi familia, me embarqué en un nuevo viaje que implicaba diez kilómetros en furgoneta, un río helado, montar a caballo, una ceremonia ancestral y una profunda conexión con la tierra. La decisión de enseñar en La Escuela Multinivel Anfama (La Escuela Multinivel Anfama) cambió profundamente mi vida.

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Por un sendero de montaña en camioneta y a caballo

Las dudas se apoderaron de mi mente cuando acepté el puesto de directora de la Escuela Multinivel de Anfama. Me preocupaba estar lejos de mi hija de 10 años. Cuando la escuela me seleccionó entre 39 aspirantes, el apoyo incondicional de mi marido y mis hijos me permitió perseguir mi sueño.

Cuando oí la alegre noticia, la emoción se apoderó de mí. En el fondo, sabía que Anfama era el lugar adecuado para mí. Con lágrimas en los ojos y una bolsa en la mano, me despedí de mi familia y me uní al equipo para subir durante seis horas por un empinado sendero de montaña. Cargamos la comida y las provisiones y nos pusimos en marcha.

Mientras subíamos por el sendero, mi corazón palpitaba. Sentía una profunda necesidad de ver y experimentar esta faceta de la enseñanza de primera mano. Sabía que esta oportunidad especial me presentaría una nueva realidad y me abriría las puertas a otro mundo. A los 54 años, cerca del final de mi carrera, me propuse jubilarme a los 57 años. Esta era mi última oportunidad; si no lo hacía ahora, nunca lo haría.

Mientras la camioneta subía, nos detuvimos para mover grandes piedras que bloqueaban nuestro camino. Cargada de provisiones, la furgoneta retumbaba contra las rocas mientras yo permanecía allí, hipnotizada por el paisaje. El aire frío me llenaba los pulmones de una energía pura y vigorizante. El viento golpeaba contra mí y el sol bañaba mi piel de calor. Algunas partes de la carretera eran tan malas que tuvimos que bajar de la camioneta y continuar a caballo.

Las nubes cubrían el suelo mientras los niños me saludaban y me daban la bienvenida.

En un momento dado cruzamos un río helado, y sentí cómo se me entumecían los tobillos y los pies por el frío. Avanzábamos a través de una densa vegetación, como si abriéramos una puerta a una parte secreta del universo. Nos detuvimos en puntos estrechos del camino donde había monolitos de piedra llamados «pachetas». Pusimos nuestras manos sobre ellos, agradeciendo a la Madre Tierra un viaje seguro montaña arriba y montaña abajo.

Cuando la intensidad de nuestro viaje me golpeó y empecé a pensar que ya no podía más, llegamos. Las nubes colgaban tan bajas que se enroscaban alrededor de los picos, cubriendo a veces el propio suelo. Una brisa barrió las nubes, revelando a los maestros que vivían allí y a los niños que me daban la bienvenida. Al bajar del caballo, mis dudas se desvanecieron en un santiamén.

Caminando hacia los profesores y alumnos, sus sonrisas y sus manos agitadas me hicieron sentir orgullosa y feliz por esta tremenda oportunidad. Me dieron el valor que me faltaba. Sentí como si abrazaran mi alma, y me enamoré del lugar y de su gente. En el fondo, sabía que éste era mi lugar. El personal docente está formado por 14 personas, entre ellas una profesora de parvulario, profesores de primaria y secundaria, y yo como directora de todos los niveles.

El personal, muy diverso, es capaz de satisfacer las distintas necesidades de niños de diferentes edades y etapas educativas. Para alojar a los que viven lejos, la escuela ofrece un albergue donde los niños pueden dormir. Muchos de ellos viajan largas horas a caballo por senderos peligrosos. Durante los meses fríos y lluviosos, las altas temperaturas hacen que el viaje sea aún más difícil. A veces, veo a los niños llegar empapados, con las piernas llenas de barro y pesadas botas de lluvia. Se me parte el corazón.

En las montañas, cada día es una oportunidad para el descubrimiento

La Escuela Multinivel de Anfama funciona con un sistema único. Tuve que aprender muchas cosas nuevas. Las clases en varias escuelas y grados hacen que niños de distintas edades compartan los mismos espacios para sus lecciones. Mi parte favorita, sin embargo, es el increíble entorno. Desde arriba y a lo largo de la carretera, montañas interminables se extienden ante ti. Todo está bañado de un verde vibrante.

El aire puro huele a hierba fresca y, tras las lluvias, la atmósfera se transforma en un escenario mágico y cautivador. Sin embargo, cuando llueve, todo se oscurece. Los insuficientes paneles solares nos dejan a menudo sin electricidad durante varios días seguidos. Para enviar un mensaje, debemos caminar mucho para encontrar una señal. Las noches pueden llegar a ser gélidas, mientras el viento aúlla y golpea.

A pesar de estos retos, encuentro un gran placer en mi trabajo. Me produce una profunda satisfacción contribuir a la vida de estos niños. Lo que más valoro es su sacrificio. No importa el tiempo que haga, vienen sonriendo. Aquí todo tiene un valor diferente. Cada sonrisa, cada palabra nueva, cada flor que florece y cada brote de la tierra; cada hoja que cae, cada arco iris, cada gota de rocío y cada noche llena de estrellas ofrecen oportunidades para el descubrimiento.

Los niños de la Escuela Multinivel de Anfama descienden de la comunidad indígena diaguita y mantienen un estrecho vínculo con la Pachamama. Todos los años, el 1 de agosto, nos reunimos para la celebración ancestral de la Madre Tierra. La primera vez que asistí a la ceremonia de acción de gracias a la tierra me dejó una huella imborrable.

Una ceremonia indígena transformadora en honor a la madre tierra

Formábamos un gran círculo alrededor de un altar con un pequeño pozo debajo. Cogidos de la mano y alternando hombres y mujeres, una energía mágica se entrelazaba con nuestros cuerpos. El cacique o jefe de la tribu, con la ayuda de la comunidad, colocó piedras en el pozo, simbolizando nuestra gratitud a la tierra. Añadimos azúcar, hierbas, maíz y agua. A continuación, el cacique se movía entre nosotros, cantando y ungiendo a cada persona.

En la ceremonia participaron muchas personas y su conexión con la tierra, su gratitud y su respeto eran palpables. La experiencia me conmovió profundamente, ya que cada centímetro de mi cuerpo resonaba con un profundo sentido del espíritu. Cuando terminó la ceremonia, me sentí impregnada para siempre de amor y respeto por la tierra que nos lo da todo.

Se me llenaron los ojos de lágrimas, agradecida por la oportunidad de conocer su cultura desde dentro y convertirme en una de ellos. Mi vida con estos niños, la escuela y la comunión con la tierra han cambiado drásticamente mi forma de vivir. Al bajar de la montaña, me veo envuelta en los brazos de mi familia. Durante una semana, permanezco pegada a mi hija. Durante nuestros maravillosos reencuentros, compartimos un intercambio constante de nuestras experiencias.

La primera vez que bajé, lloré en cuanto vi a mi hija por la ventanilla de la camioneta. Sólo habían pasado dos semanas, pero me pareció una eternidad, y ella parecía mucho más grande. Durante muchos años, los conceptos que oía y leía sobre estilos de vida como los de los indígenas de Anfama siguieron siendo abstractos para mí. Nunca los vi ni los sentí de cerca. Ahora, estos conceptos se hacen reales y llenan mi corazón y mi alma.

Rituales matutinos: Adoptar un nuevo estilo de vida

Cada día en la cumbre, en medio del vasto paisaje montañoso, izamos la Whipala [the flag of the indigenous people of the Andes Mountains] junto a la bandera argentina. Mientras flamean al viento, rezamos juntos una oración por la salud de la comunidad.

Decimos «cusilla» [protégeme, ayúdame] en la lengua original diaguita o kakán. En ese momento, una sensación única se apodera de mí. Mi pecho se abre y mi corazón late con fuerza. Siento un cosquilleo en la piel mientras repito en silencio «cusilla, cusilla».

Suena el timbre que marca el comienzo de un nuevo día. Los niños entran en las aulas mientras yo permanezco bajo los rayos del sol, respirando el olor fresco de la hierba verde. Las nubes descienden y se convierten en una bruma que acaricia las laderas de las montañas. Este lugar, esta gente y este modo de vida me han cambiado para siempre.

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