La madre empezó a gritar desesperadamente por su hija, lo que nos conmocionó a todos. Nos informó de que su segundo hijo seguía atrapado bajo las rocas mientras se aferraba a nosotros en busca de ayuda. La ladera seguía moviéndose bajo nuestros pies, lo que no hacía sino agravar nuestras preocupaciones.
NEUQUEN, Argentina – El 1 de agosto de 2023, parte de un cerro se derrumbó en Chos Malal, al norte de Neuquén. Rescatamos del peligroso escenario a cuatro heridos, entre ellos dos niños y una mujer embarazada. Unos minutos antes de que se produjera el derrumbe, una niña sintió un temblor y avisó a sus padres de que la colina se había movido. Antes de que tuvieran tiempo de reaccionar, el suelo se derrumbó de repente. La niña empujó a su madre embarazada para intentar salvarla. En ese momento, se encontró atrapada bajo una roca, incapaz de escapar.
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Cuando empezó el derrumbe, mis colegas y yo nos sentamos en el parque de bomberos. Recibimos una llamada urgente y mi cuerpo se despertó de repente, lleno de adrenalina, mientras hacía sonar la alarma. Cada segundo contaba. Nos subimos al camión y nos dirigimos al lugar. Cuando llegamos, nos dimos cuenta de que necesitábamos a la brigada canina para evaluar la situación y comprobar si había señales de vida. Interrumpimos el tráfico y dejamos sitio para que empezara la misión de rescate. De repente, vimos a dos adultos y un niño entre los escombros y los sacamos tan rápido como pudimos.
La madre empezó a gritar desesperadamente por su hija, lo que nos conmocionó a todos. Nos informó de que su segundo hijo seguía atrapado bajo las rocas mientras se aferraba a nosotros en busca de ayuda. La pendiente seguía moviéndose bajo nuestros pies, lo que no hacía sino agravar nuestras preocupaciones. Cuanto más tiempo permanecíamos encima, más peligroso se volvía. El corazón se me salía del pecho mientras pensaba en la mejor manera de ayudar a su hija. Un geólogo entre nosotros descubrió dos fallas importantes en el terreno y nos advirtió que fuéramos rápidos. Intentamos levantar las rocas con herramientas hidráulicas, las mismas que se utilizan para el rescate de vehículos.
Conseguimos levantar la pesada piedra con barras de hierro utilizadas en la construcción y estabilizarla. Una vez que agregamos algo de apoyo, logramos localizar a Abigail, la niña que estaba atrapada. Las rocas le aplastaron la pierna y ella lloró y gritó de dolor. Me acerqué a la zona para tranquilizarla, aunque el tiempo no estaba de nuestro lado. Mi voz se convirtió en la única conexión que Abigail tenía con el mundo exterior mientras yacía bajo los escombros.
Le dije: «Te tenemos. Sólo unos minutos más y te sacaremos. Pronto estarás con tu madre». Ante la posibilidad de un nuevo colapso, actuamos con rapidez. Afortunadamente, años de experiencia me permitieron mantener la calma y abordar la situación con la cabeza despejada. Minutos después de que las máquinas empezaran a funcionar, levantamos el suelo y la sacamos. Tenía la cara sucia y llena de cortes.
Sufrió la rotura de una pierna y arañazos por todo su pequeño cuerpo. Mientras seguía llorando, me abrazó con fuerza, dándome las gracias por haberla salvado. Le sonreí y la agarré de la mano mientras nos dirigíamos hacia sus padres. Salvarla fue increíblemente gratificante. Todos los días doy gracias por haber podido estar sobre el terreno ayudando a la gente necesitada. Nada supera la sensación de ayudar a los demás en situaciones como ésta. Una vez en el hospital, el equipo se abrazó y se felicitó mutuamente. Afortunadamente, ese día no se perdió ninguna vida.