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Un superviviente habla sobre la explosión en el Mercado Viejo de la República Dominicana que causó 34 muertos y 60 heridos

Estaba aterrado, convencido de que se me caería el techo encima y que moriría atrapado allí. I began to pray for a sign – anything to lead me out. En ese momento, una luz intensa fulguraba y me llamaba.

  • 1 año ago
  • septiembre 21, 2023
6 min read
The company Vidal Plast SRL, which specializes in recycling plastics and where organic peroxide is allegedly present, was the source of the tragedy that shocked the entire nation on August 14. Junior Rafael Britos Reyes managed to make it out in time with his assistant. The current death toll is 32 people. | Photo courtesy of Tito Sancri The company Vidal Plast SRL, which specializes in recycling plastics and where organic peroxide is allegedly present, was the source of the tragedy that shocked the entire nation on August 14. Junior Rafael Britos Reyes managed to make it out in time with his assistant. The current death toll is 32 people. | Photo courtesy of Tito Sancri
PROTAGONISTA
Junior Rafael Britos Reyes, de 43 años, sobrevivió a la explosión que sacudió San Cristóbal, en la República Dominicana. Es marido y padre de dos hijos y trabajaba como obrero metalúrgico en el distrito comercial. Sufrió graves heridas en la explosión y desde entonces se enfrenta a una respuesta postraumática. Aún no ha vuelto a trabajar.
CONTEXTO
El lunes 14 de agosto de 2023, en una zona conocida como el «Viejo Mercado», donde acuden diariamente multitudes a comprar, una explosión arrasó varios edificios dejando al menos 34 muertos y 60 heridos. Según los expertos, la explosión se debió a los productos químicos de una instalación cercana de reciclaje de plásticos. Tres personas han sido detenidas, entre ellas el propietario de Vidal Plast y su esposa.

SAN CRISTOBAL, República Dominicana. Era un lunes como cualquier otro. Yo trabajaba en el torno, manipulaba la maquinaria mientras escuchaba música junto a mi ayudante. De un momento a otro, mis pies estaban despegados del suelo. Un polvo amarillo llenó el lugar, tapándolo por completo. No llegué a reponerme cuando una segunda explosión volvió a levantarme y me tiró contra la pared, golpeándome la cabeza.

Un humo negro barrió al polvo amarillo y quedamos en penumbras. En una esquina, quedé como acunado, intentando protegerme. Los lentes de trabajo protegieron mis ojos de los escombros y el polvo. Lo primero que pensé fue en administrar mi respiración. n medio de la adrenalina, procuré calmarme y realizar pocas aspiraciones, para no llenar mis pulmones de humo. La mascarilla que llevaba fue muy útil para eso. Todo era negro, oscuridad absoluta. No veía ni siquiera mis propias manos. Cuando las extendía, tocaba cemento, hierros, y sentía los golpes de escombros que no paraban de caer. No podía encontrar una salida.

Por la cara me caía líquido. Creí que era sudor. Todavía faltaba mucho para que me percatara de que brotaba sangre de una herida junto a mi oreja.

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Necesitaba encontrar una salida antes de que las paredes se derrumbaran y me enterraran vivo

Estaba aterrado, convencido de que se me caería el techo encima y que moriría atrapado allí. “Dios, no dejes que mis hijos pasen hambre”, supliqué, resignado a no salir jamás. Me entregué a él. En ese momento, una luz intensa fulguraba y me llamaba. Entendí que era la señal que esperaba y me incorporé. Comencé a avanzar por encima de los escombros, pisando los restos de lo que antes eran máquinas de trabajo, y llegué a un rollo de tela prendido fuego. Era puro instinto de supervivencia. En las tinieblas, sólo interrumpidas por el fuego del rollo, estaba desconcertado. Ya no sabía ni dónde estaba. Era como si los sonidos se hubieran apagado, ya no percibía nada. Sólo daba vueltas frenético, buscando una salida, hasta que vislumbré la puerta.

Avancé lo más rápido que pude, tropezando y lastimándome, sin que nada me importara. Mis dedos recorrieron su superficie plana hasta que se posaron en un asa. Rápidamente lo giré y empujé la puerta para abrirla, saliendo corriendo a la calle. Al salir a la calle, lo que vi y escuché fue demasiado desagradable. Fue tan desesperante que no encuentro palabras para expresar lo que sentí.

Mi lugar de trabajo, reducido a cenizas. Muchas personas con las que me cruzaba a diario, gente a la que le tenía aprecio, sepultada entre escombros. Pero el instinto es muy fuerte. No sentía dolor, no podía quedarme quieto. Necesito salir de allí rápido pero primero, debo buscar sobrevivientes.

Tenía que irme de allí, pero primero debía encontrar a mi ayudante. Se me encogió el corazón cuando no respondió. Un chamaquito de veinte años. Volví al taller, ingresé un metro en la zona devastada y grité su nombre. Cada vez que lo decía sonaba más desesperado y desgarrador. Lo imaginaba atrapado, sin poder responder, y yo sin nada que hacer por él, y el pecho se me estrujaba por la opresión. Volví a salir, asustado de quedar nuevamente atrapado, y lo vi. Sentado a un costado, afuera del mercado, temblaba de nervios, completamente en shock.

Las noticias decían que fue una explosión química debida a una mala ventilación

Ya había alrededor un grupo grande de personas, atraídas por su curiosidad. Sus caras se pintaron de horror cuando me vieron. Me miraban y me decían “Ay, Dios mío”. Yo no entendía por qué, no sentía el dolor por la herida en mi cabeza, por las quemaduras en mis manos y brazos, ni por los golpes en el resto del cuerpo Comprendí que algo me pasaba en una pierna porque no conseguía caminar sin cojear.

Entendí que uno de mis pies había estado atrapado bajo algo pesado al ver que, descalzo, sangraba. Me vino a la mente el recuerdo de un gigantesco trozo de escombro cayendo sobre él. Me vino a la mente el recuerdo de un gigantesco trozo de escombro cayendo sobre él. De reojo, observé por última vez lo que antes era mi trabajo y ahora sólo era un manojo de hierro, cemento, gritos y muerte. Sentía que se me partía el corazón.

En la clínica, mi mente bloqueó algunas imágenes. Sólo sabía que estaba adolorido, vivo, y apenas pude llamé a la esposa mía para decírselo. En cambio, las preguntas salieron a la superficie. «¿Cómo ha podido ocurrir? ¿Qué ha explotado?» Me sentí afortunado de estar vivo. En un momento, vi llegar a mi medio hermana, jadeante, muy agitada. Ella había ido al mercado a buscarme y llegó corriendo a la clínica. Me contó lo que vio, lo que había sucedido. Cada persona que llegaba, cada noticia que veía en redes sociales, producía un impacto potente en mí.

[Según los informes, el propietario de Vidal Plast y su esposa fueron detenidos en relación con la explosión. Vidal Plast es una empresa del bullicioso centro comercial que compra, vende y recicla plástico. «La explosión fue causada por una acumulación de gases altamente inflamables que podrían haber sido generados por los plásticos y el material de peróxido orgánico almacenados en la empresa, según un informe preliminar de los bomberos obtenido por la AP»].

Un trauma persistente deja a la víctima preocupada por el futuro

Comencé a llorar a los gritos, comprendiendo la gravedad de los acontecimientos. Volvieron a mi mente las personas que vi, la contundencia de la realidad de que no volvería a hablar con ellos. Poco después del incendio, me llamaron para que fuera al lugar donde estaba el taller a que me hicieran unas preguntas. Mi mujer insistió en estar conmigo. Junto a mi mujer, viajé tranquilo en el auto.

Pero en cuanto nos acercamos sentí un miedo paralizante. La cabeza comenzó a dolerme y me sentí incapaz de seguir avanzando. Le dije a mi mujer que volviéramos a casa, y eso hicimos. Yo no quisiera tener que volver ahí nunca más.

Todo el que viene a visitarme pregunta cómo fue, cómo yo me salí de eso. Tiene uno que estar reviviéndolo, aunque no quiera. Tengo que dejarlo atrás, obligadamente, para poder seguir con mi vida. Me tocó una vida dura. Trabajo desde la adolescencia para mantenerme. Hoy mi familia depende enteramente de mí y yo no pude volver a trabajar. Aunque siento una profunda gratitud por estar vivo, me preocupa que el trauma nunca me abandone. Todo lo que quiero es dejar esto en el pasado y empezar a sanar.

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