Estaba aterrado, convencido de que se me caerÃa el techo encima y que morirÃa atrapado allÃ. I began to pray for a sign – anything to lead me out. En ese momento, una luz intensa fulguraba y me llamaba.
SAN CRISTOBAL, República Dominicana. Era un lunes como cualquier otro. Yo trabajaba en el torno, manipulaba la maquinaria mientras escuchaba música junto a mi ayudante. De un momento a otro, mis pies estaban despegados del suelo. Un polvo amarillo llenó el lugar, tapándolo por completo. No llegué a reponerme cuando una segunda explosión volvió a levantarme y me tiró contra la pared, golpeándome la cabeza.
Un humo negro barrió al polvo amarillo y quedamos en penumbras. En una esquina, quedé como acunado, intentando protegerme. Los lentes de trabajo protegieron mis ojos de los escombros y el polvo. Lo primero que pensé fue en administrar mi respiración. n medio de la adrenalina, procuré calmarme y realizar pocas aspiraciones, para no llenar mis pulmones de humo. La mascarilla que llevaba fue muy útil para eso. Todo era negro, oscuridad absoluta. No veía ni siquiera mis propias manos. Cuando las extendía, tocaba cemento, hierros, y sentía los golpes de escombros que no paraban de caer. No podía encontrar una salida.
Por la cara me caÃa lÃquido. Creà que era sudor. Todavía faltaba mucho para que me percatara de que brotaba sangre de una herida junto a mi oreja.
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Estaba aterrado, convencido de que se me caerÃa el techo encima y que morirÃa atrapado allÃ. “Dios, no dejes que mis hijos pasen hambre”, supliqué, resignado a no salir jamás. Me entregué a él. En ese momento, una luz intensa fulguraba y me llamaba. Entendà que era la señal que esperaba y me incorporé. Comencé a avanzar por encima de los escombros, pisando los restos de lo que antes eran máquinas de trabajo, y llegué a un rollo de tela prendido fuego. Era puro instinto de supervivencia. En las tinieblas, sólo interrumpidas por el fuego del rollo, estaba desconcertado. Ya no sabía ni dónde estaba. Era como si los sonidos se hubieran apagado, ya no percibía nada. Sólo daba vueltas frenético, buscando una salida, hasta que vislumbré la puerta.
Avancé lo más rápido que pude, tropezando y lastimándome, sin que nada me importara. Mis dedos recorrieron su superficie plana hasta que se posaron en un asa. Rápidamente lo giré y empujé la puerta para abrirla, saliendo corriendo a la calle. Al salir a la calle, lo que vi y escuché fue demasiado desagradable. Fue tan desesperante que no encuentro palabras para expresar lo que sentÃ.
Mi lugar de trabajo, reducido a cenizas. Muchas personas con las que me cruzaba a diario, gente a la que le tenÃa aprecio, sepultada entre escombros. Pero el instinto es muy fuerte. No sentÃa dolor, no podÃa quedarme quieto. Necesito salir de allí rápido pero primero, debo buscar sobrevivientes.
Tenía que irme de allí, pero primero debía encontrar a mi ayudante. Se me encogió el corazón cuando no respondió. Un chamaquito de veinte años. Volví al taller, ingresé un metro en la zona devastada y grité su nombre. Cada vez que lo decía sonaba más desesperado y desgarrador. Lo imaginaba atrapado, sin poder responder, y yo sin nada que hacer por él, y el pecho se me estrujaba por la opresión. Volví a salir, asustado de quedar nuevamente atrapado, y lo vi. Sentado a un costado, afuera del mercado, temblaba de nervios, completamente en shock.
Ya había alrededor un grupo grande de personas, atraídas por su curiosidad. Sus caras se pintaron de horror cuando me vieron. Me miraban y me decían “Ay, Dios mío”. Yo no entendÃa por qué, no sentÃa el dolor por la herida en mi cabeza, por las quemaduras en mis manos y brazos, ni por los golpes en el resto del cuerpo Comprendí que algo me pasaba en una pierna porque no conseguía caminar sin cojear.
Entendà que uno de mis pies habÃa estado atrapado bajo algo pesado al ver que, descalzo, sangraba. Me vino a la mente el recuerdo de un gigantesco trozo de escombro cayendo sobre él. Me vino a la mente el recuerdo de un gigantesco trozo de escombro cayendo sobre él. De reojo, observé por última vez lo que antes era mi trabajo y ahora sólo era un manojo de hierro, cemento, gritos y muerte. SentÃa que se me partÃa el corazón.
En la clínica, mi mente bloqueó algunas imágenes. Sólo sabía que estaba adolorido, vivo, y apenas pude llamé a la esposa mía para decírselo. En cambio, las preguntas salieron a la superficie. «¿Cómo ha podido ocurrir? ¿Qué ha explotado?» Me sentà afortunado de estar vivo. En un momento, vi llegar a mi medio hermana, jadeante, muy agitada. Ella había ido al mercado a buscarme y llegó corriendo a la clínica. Me contó lo que vio, lo que había sucedido. Cada persona que llegaba, cada noticia que veÃa en redes sociales, producÃa un impacto potente en mÃ.
[Según los informes, el propietario de Vidal Plast y su esposa fueron detenidos en relación con la explosión. Vidal Plast es una empresa del bullicioso centro comercial que compra, vende y recicla plástico. «La explosión fue causada por una acumulación de gases altamente inflamables que podrían haber sido generados por los plásticos y el material de peróxido orgánico almacenados en la empresa, según un informe preliminar de los bomberos obtenido por la AP»].
Comencé a llorar a los gritos, comprendiendo la gravedad de los acontecimientos. Volvieron a mi mente las personas que vi, la contundencia de la realidad de que no volverÃa a hablar con ellos. Poco después del incendio, me llamaron para que fuera al lugar donde estaba el taller a que me hicieran unas preguntas. Mi mujer insistió en estar conmigo. Junto a mi mujer, viajé tranquilo en el auto.
Pero en cuanto nos acercamos sentà un miedo paralizante. La cabeza comenzó a dolerme y me sentí incapaz de seguir avanzando. Le dije a mi mujer que volviéramos a casa, y eso hicimos. Yo no quisiera tener que volver ahí nunca más.
Todo el que viene a visitarme pregunta cómo fue, cómo yo me salí de eso. Tiene uno que estar reviviéndolo, aunque no quiera. Tengo que dejarlo atrás, obligadamente, para poder seguir con mi vida. Me tocó una vida dura. Trabajo desde la adolescencia para mantenerme. Hoy mi familia depende enteramente de mí y yo no pude volver a trabajar. Aunque siento una profunda gratitud por estar vivo, me preocupa que el trauma nunca me abandone. Todo lo que quiero es dejar esto en el pasado y empezar a sanar.