Fue una sensación terrible y abrumadora estar en un lugar tan remoto, a varios días de distancia del continente y ver desde la cubierta de nuestro bote, grandes objetos de plástico flotando: globos, boyas, incluso una pelota perforada. Estábamos en medio de la nada, pero siempre había algo flotando cerca de nosotros y micro plásticos en nuestras muestras de agua.
BUENOS AIRES, Argentina—Siempre he estado obsesionada con los desperdicios; de hecho, he estado estudiando y trabajando en sostenibilidad toda mi vida adulta.
Inspirada por esa obsesión y mis hallazgos en una aventura oceánica, fundé Unplastify y he comprometido el trabajo de mi vida para cambiar la relación humana con el plástico.
Mi fascinación por la sostenibilidad me llevó a viajar desde mi hogar en Argentina para vivir en el extranjero y trabajar como directora de un centro de reciclaje en Estados Unidos, que se caracteriza por su cultura de consumo y desperdicio.
En el centro—mientras estaba sentada literalmente rodeada de montañas de plástico—comencé a obsesionarme con el plástico que no había llegado a nuestras instalaciones, preguntándome dónde terminaría. La respuesta estaba en el océano.
Recuerdo perfectamente el momento en 2017 que decidimos emprender nuestra aventura de sostenibilidad. Mi esposo Ignacio Zapiola y yo llevábamos apenas dos meses de casados. Estábamos almorzando y discutiendo nuestros proyectos, lo que queríamos hacer y si queríamos seguir viviendo en los Estados Unidos. Decidimos que no, que era hora de algo nuevo.
Casi al mismo tiempo, habíamos comenzado a navegar e incluso compramos nuestro propio velero de 11,3 metros (37 pies) con un amigo. Le pusimos el nombre de la canción «Fanky», una canción de Charly García, un famoso cantante argentino del que éramos fans. La letra de apertura dice «No voy a parar / No tengo dudas / No voy a bajar / deja que suba»; hace eco de la libertad que sentimos cuando navegamos.
Una vez habíamos fantaseado con la idea de navegar de regreso a Argentina. Ahora agregué al sueño, basándome en la idea de recolectar muestras del agua mientras navegábamos a través del Océano Atlántico de regreso a Argentina en un velero. Queríamos explorar, observar de primera mano y entender personalmente qué estaba pasando con la cantidad de plásticos en el océano. Queríamos desarrollar posibles soluciones.
Nuestro plan era navegar de regreso a Argentina desde Nueva York y ver qué encontrábamos en el camino. Sin embargo, debido a las corrientes y los vientos predominantes, completar la ruta se convirtió en una aventura de seis meses que requirió cruzar el Atlántico dos veces.
En mayo de 2018 zarpamos a bordo del Fanky para la primera etapa de nuestro viaje, desde Nueva York hasta Gibraltar (territorio británico en la costa sur de España). Éramos una tripulación de cuatro; sumamos a la expedición dos amigos que tenían experiencia en navegación. Nos llevó 56 días cubrir las 3.700 millas náuticas, incluidas dos paradas, una en las Bermudas y la otra en las Azores.
En nuestros primeros días en alta mar, tuvimos un comienzo difícil. Las dos primeras noches fueron terribles. El mar se agitaba continuamente, aguantamos olas, lluvia y temperaturas frías. El barco nunca dejó de moverse, era como una batidora, más tarde, llegando a las Bermudas, salió el sol y todo fue mejor.
Nuestros tramos más largos en el mar fueron de 14 y 12 días. Hubo momentos en los que tuve miedo, pero no me rendí.
Partimos de nuevo y llegamos a Salvador de Bahía, Brasil en noviembre, donde dejamos el Fanky para volver a la “vida real”.
A lo largo del viaje, tomamos diferentes muestras de plásticos del océano, grandes y pequeñas. Incluso después de limpiar cuidadosamente todo lo que encontramos, el olor era horrible. Pasé horas a bordo de nuestro velero, separando cada pedacito.
Ya habíamos visto mucho plástico flotando cuando nos acercábamos a las Bermudas, pero empeoró aún más alrededor de las Azores. El mar estaba tan tranquilo en esa zona. Al principio, pensamos que el agua estaba limpia y cristalina, pero luego nos dimos cuenta de que en realidad era horrible. Las aguas tranquilas son las condiciones en las que se ven grandes acumulaciones y vimos que había plástico por todas partes.
Fue una sensación terrible y abrumadora estar en un lugar tan remoto, a varios días de distancia del continente, y ver desde la cubierta de nuestro bote grandes objetos de plástico flotando: globos, boyas, incluso una pelota perforada. Estábamos en «medio de la nada», pero siempre había algo flotando cerca de nosotros y microplásticos en nuestras muestras de agua.
Estos hallazgos ayudaron a recalcar el hecho de que el plástico no desaparece, siempre permanece en algún lugar y muchas veces ese lugar es el océano. Los micro plásticos también se encuentran en el aire, así como en los estómagos de animales como peces y aves. Está realmente en todas partes.
Lejos de paralizarnos, este hallazgo nos motivó a tomar más acciones y buscar soluciones. Necesitábamos comenzar a cambiar la relación humana con el plástico y desplastificar el mundo. La idea que se convirtió en Unplastify nació mientras navegábamos por el Atlántico.