Hace unos años, a Teresita y a mí nos diagnosticaron cáncer. Ella se enteró primero y tuvo que ausentarse del trabajo para recibir quimioterapia. Entonces sucedió. Un día, me dediqué a mis actividades habituales. De repente, sentí algo extraño y encontré un pequeño bulto en mi pecho.
BUENOS AIRES, Argentina ꟷ Abrimos nuestro restaurante El Pasaje un sábado de hace cuarenta años. En aquel luminoso día de febrero, decidimos cocinar ñoquis, un clásico de la cocina porteña. El aroma inundó todo el restaurante. Ese día vino mucha gente a sentarse y disfrutar del ambiente.
Oía el tintineo de los vasos entre risas y veía a los clientes deleitarse con la comida que probaban. Cuatro décadas después, mi hermana Teresita y yo seguimos cocinando en El Pasaje. Yo tengo 86 años y ella 82. No hemos parado ni un minuto.
Mi vida no siempre se desarrolló en torno al restaurante. A los 14 años empecé a trabajar en una empresa de transportes en mi país, Uruguay. Recién en 1983, a los 43 años, me mudé a Argentina.
Mi marido tenía un bar en Montevideo, así que cuando emigramos, vendió el negocio y utilizamos el dinero para abrir nuestro nuevo restaurante. Nos enamoramos de la primera propiedad que vimos en Buenos Aires. Desde el momento en que cruzamos las puertas, supimos que era lo correcto. Regresamos a Uruguay para terminar de cerrar y el 24 de febrero de 1983 nos instalamos en Argentina.
Lea más historias de inmigración de Orato World Media.
Los anteriores propietarios del restaurante nos presentaron a nuestra clientela, que con el tiempo se convirtió en nuestros amigos. Esos primeros días estuvieron marcados por la buena suerte. Comenzó como un negocio familiar y sigue siéndolo. Mi madre cocinó hasta que murió, y luego Teresita tomó el relevo. Nunca cociné para nadie más que para mi familia, pero cuando mi marido falleció, encontré mi lugar en el restaurante. Hoy, nunca salgo de la cocina de El Pasaje. Incluso cuando me pusieron un stent, ¡volví a trabajar a los pocos días!
Aprendimos sobre la marcha para sacar adelante el negocio. nos abrimos paso en el complejo rubro de la gastronomía porteña. Muchas cosas la pedimos para que lo traigan por encargo, como la carne, los huevos u otras materias primas. También nos ayuda mi hijo con algunas compras de verduras y frutas en el Mercado Central. Toda la comida de El Pasaje es casera. Hecha como si fuera para nuestra familia.
Hace unos años, a Teresita y a mí nos diagnosticaron cáncer. Ella se enteró primero y tuvo que ausentarse del trabajo para recibir quimioterapia. Un día, me dediqué a mis actividades habituales. De repente, un día, sentí algo extraño y encontré un pequeño bulto en mi pecho.
Enseguida fui al médico, me detectan cáncer y al darme el diagnostico me dicen que no tenía muchas esperanzas. Aunque que tenía cura, el tratamiento iba a ser muy largo, estaba muy grave. “Tal vez te tengan que sacar el seno” Me dijo el médico, no sé si vas a quedar pelada, por la quimioterapia.
Y así fue, quedé pelada y la lucía sin inconvenientes ya que nunca le tuve miedo al cáncer. Creo que las actividades físicas y mentales curan las enfermedades. Ir al médico y hacerse revisiones sigue siendo necesario, pero ser activa ayuda a la recuperación. Mi enfermedad me ayuda a seguir, ya que cuando estoy en movimiento y trabajando no pensás en tu enfermedad pensás solo en salir adelante, es importante que estemos activas y no pensar en cosas feas o en la muerte.
Lea más historias de Argentina en Orato World Media.
Con mi hermana vivimos juntas al lado del restaurante y compartimos todo el día. casi no nos peleamos, apenas algún debate por una receta nueva, somos optimistas en cuanto a mantenernos muchos años más al frente de nuestro restaurante.
Mientras nos dé el cuerpo, no vamos a abandonar la cocina por nada.