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Me convertí en campeona de surf tras sobrevivir a un cáncer en la infancia y perder la pierna

Después de meses de quimio, morfina y de estar postrada en una cama al borde de la muerte, hacer surf se siente como volar. Cuando te pasa algo que te destroza la vida por completo, tienes que seguir luchando. Es la única opción.

  • 2 años ago
  • marzo 16, 2023
8 min read
Mireia Cabañes lost her left leg at the age of seven, then discovered her passion for competitive surfing. Mireia Cabañes lost her left leg at the age of seven, then discovered her passion for competitive surfing. | Photo courtesy of
PROTAGONISTA
Mireia Cabañes creció en Valencia (España). A los siete años sufrió una amputación después de que los médicos le detectaran un tumor canceroso en la pierna izquierda. Aprendió a caminar de nuevo y encontró en el surf su pasión por la vida. Empezó a competir en competiciones de surf, llegando a quedar segunda en el Campeonato Nacional de Surf de 2021, segunda en el Campeonato Mundial de ParaSurf y primera en la OA2 FuSSSion by Plea de surf, skate y snow.
CONTEXTO
El sarcoma de Ewing es un tipo de cáncer poco frecuente que se produce en el hueso o en el tejido blando que lo rodea. Es más frecuente en niños y adolescentes, pero puede aparecer a cualquier edad. Los grandes avances en el tratamiento del sarcoma de Ewing han ayudado a mejorar la vida de las personas con este cáncer. Una vez finalizado el tratamiento, se recomienda un seguimiento de por vida para vigilar los posibles efectos tardíos de la quimioterapia y la radioterapia intensas.

VALENCIA, España – De niña me encantaba nadar. El mar me daba una sensación de libertad. Pero a los siete años los médicos me diagnosticaron un sarcoma de Ewing, un tipo de cáncer infantil. Tenía un tumor en el fémur izquierdo y tenían que amputármelo.

Unos días antes de la operación, entré en la piscina. Sabía que podía muy bien ser la última vez que nadara con mis dos piernas. El 24 de junio de 1994, tras meses de quimioterapia y sufrimiento constante, me sometí a una compleja operación para seguir con vida. Aunque sabía que mi vida cambiaría drásticamente, nunca renuncié a mis sueños. Hoy soy campeona de España de surf adaptado y subcampeona del mundo de parasurf.

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Una niña que sobrevivió a un cáncer se enfrenta a una compleja operación, al coma y al camino de la recuperación

Crecí cerca del océano, pasando los veranos en el agua. Lo sentía como mi espacio seguro, mi pequeña burbuja. Me encantaba sentir el sol en la espalda y enterrar los dedos de los pies en la arena. En el verano de 1994, a los seis años, le dije a mi madre que sentía un dolor agudo en la pierna izquierda. Parecía más intenso cerca de la rodilla. El dolor nunca desapareció. Con el paso de los días, las molestias empeoraron y fuimos al hospital.

Los médicos realizaron una biopsia, que resultó muy invasiva. Los resultados no nos dieron ninguna respuesta. Unos días después, el dolor se convirtió en fiebre. Volvimos a urgencias y pedimos una segunda biopsia. Descubrieron un tumor en mi pierna y nos dieron una noticia devastadora: necesitaba una amputación inmediata.

Mis padres estaban desesperados y ansiosos por obtener una segunda opinión. Visitamos a varios médicos, todos los cuales confirmaron mi diagnóstico de sarcoma de Ewing en el fémur izquierdo. Mis padres se lo tomaron muy mal, pero se aseguraron de que recibiera el tratamiento que necesitaba. Uno de los cirujanos recomendó una rotaplastia Van Ness, una cirugía compleja que implica la amputación parcial de la pierna para extirpar la parte afectada. Amputan la pierna, descartan el fémur e implantan la rodilla, la tibia y el peroné por encima de la cadera, hacia atrás. La rodilla actúa entonces como cadera y el pie hacia atrás como rodilla.

Tras la difícil operación, el hospital me mantuvo en cuidados intensivos durante mucho tiempo. El tiempo parecía haber quedado congelado. Los médicos parecían no estar seguros de que saliera adelante. Entré en coma después de la operación y me encontré al borde de la muerte. A mis padres se les rompió el corazón y empezaron a prepararse para despedirse. Entonces, de repente, desperté. Sobreviví a la operación y comencé el proceso de curación.

Como era la única niña en el centro de recuperación, me sentía frustrada, así que me trasladaron a la playa.

Pasé los tres meses siguientes en cama y finalmente empecé rehabilitación. Volver a aprender a mover esa extremidad fue un infierno. Sufrí crisis y ataques de pánico, incapaz de contener lo que me pasaba. Además de estas dificultades, el centro de tratamiento en el que estuve atendía a adultos. Como era la única niña allí, me sentía aislada y atemorizada, pero no teníamos otra alternativa. Mis padres acabaron ideando un plan para trasladar mi rehabilitación a la playa.

Esta decisión me impulsó a curarme más rápidamente en un entorno más seguro. Seguía llorando y enfadándome a menudo, pero recuperé la fuerza y la movilidad necesarias para volver a andar. El simple hecho de mover la pierna resultó ser la parte más difícil de la recuperación. En mi operación, como los médicos me implantaron una parte de la pierna al revés, tuve que desaprender lo que siempre había sabido. Cuando me decían que la moviera hacia delante, siempre la movía hacia atrás. Tuve que encontrar una nueva forma de pensar. A pesar de ello, me sentía agradecida por lo que me quedaba de pierna.

Mireia Cabañes se sometió a meses de quimioterapia y tratamiento contra el cáncer infantil antes de su operación. | Foto cortesía de su equipo

Antes de que me ocurriera todo esto, evitaba el ojo público. Odiaba cualquier tipo de atención y a menudo me escondía detrás de mi madre. Cuando empecé la rehabilitación, cada vez que me ponía pantalones cortos, mis padres me preguntaban si estaba segura de mi elección. Sabían que la gente podría mirarme la pierna. Yo les decía que no me importaba.

Me sentía más cómoda en pantalón corto, y ellos podían mirar todo lo que quisieran. En ese momento, mi recuperación se convirtió en lo más importante para mí. Empecé en una silla de ruedas, luego pasé a las muletas y finalmente a una prótesis fija que con el tiempo mejoré a una versión articulada hecha para caminar.

Tras vencer al cáncer, mi entrenamiento de surf se convirtió en mi prioridad.

Un día vi el documental Resurface. [La película de Netflix sigue a un veterano de guerra con tendencias suicidas que encuentra almas afines en un programa de terapia de surf que ayuda a soldados traumatizados a curarse mientras surfean las olas]. La actividad me intrigó y decidí probarla. Inmediatamente me enamoré del surf.

Empecé a entrenar lo más seguido posible para poder llegar a competir. Cada competición dura unos 20 minutos. Cuando me subo a la tabla, intento desconectar para que nada más entre en mi burbuja. Me concentro en el sonido de las olas rompiendo. Nada más importa en ese momento. Me siento como en casa en el océano. Cuando me subo a la tabla sin prótesis, me exige una postura constante en cuclillas y una gestión del equilibrio muy intensa. Todos los días entreno para fortalecer los músculos y mejorar mis habilidades.

Un verano competí en el Campeonato Nacional de Surf 2021 y quedé segunda. También quedé subcampeona en el Campeonato del Mundo de ParaSurf, pero en la OA2 FuSSSion by Plea de competición de surf, skate y snow, conseguí el primer puesto. Nunca imaginé que ganaría en la primera competición, y mucho menos en todas las demás. Ese día, el tiempo se puso feo. El cielo estaba nublado y gris, y las olas arreciaban. Intenté dar lo mejor de mí, pero salí pensando que acabaría tercera o cuarta.

Mientras volvía a la orilla, oí que la gente me gritaba. El cámara de TVE vino corriendo. «¿Qué pasa?», le pregunté, y me dijo que había ganado. El corazón me empezó a latir tan rápido que pensé que me iba a estallar. El viento me alborotó el pelo, silbó en mis oídos y me golpeó la cara, y en ese momento supe que estaba en el lugar correcto.

El surf se convirtió en mi propósito y me hizo seguir adelante

Durante toda mi infancia, conté con el apoyo de mis amigos y mi familia para superar los malos momentos. Decidí no centrarme en la negatividad ni en las opiniones de los demás. Jugué en el equipo de baloncesto y participé activamente en los actos escolares. Siempre encontraban la manera de reinventar una actividad para que todos pudieran participar.

Sé que algunas personas se escandalizan o impresionan cuando me ven sin mi pierna ortopédica, pero crecí y me acostumbré. Nunca me sentí mal por mi situación ni por mí misma. Desde el primer momento en que me recuperé, comprendí que tenía que adaptarme a mis circunstancias. No quería pasarme la vida triste, frustrada y envidiosa.

Siempre he pensado que la gente te ve como tú te ves a ti mismo. Si te ves como una persona fuerte, que acepta sus defectos, la mayoría de la gente te verá de la misma manera. Me aseguré de que todo en lo que participaba me diera más confianza. Acepté todos los retos que pude. Así es como encontré mi pasión por el surf.

Después de meses de quimio, morfina y de estar postrada en una cama al borde de la muerte, el surf se siente como volar. Cuando te pasa algo que te destroza la vida por completo, tienes que seguir luchando. Es la única opción. Vuelves a encontrar lo que te motiva y te aferras a ello. Cuando surfeo, me olvido de todo. Soy libre.

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