El estrés y la ansiedad me agobiaban y apenas dormía. Esa noche nos reunimos con la Brigada de Control Medioambiental y con la Policía Federal. Estos últimos desempeñaron un papel crucial para garantizar nuestra seguridad durante toda la misión. A la mañana siguiente, al llegar al lugar, me sentí presa de la tensión y el miedo. Un frío escalofriante recorrió todo mi cuerpo.
BALCARCE, Argentina – Paseamos entre los restos de animales esparcidos por el suelo húmedo, testigos de las secuelas de un espacio antaño próspero. Los animales yacían en condiciones deplorables, con cuerpos demacrados que denotaban abandono. Las propias instalaciones parecían inseguras, al borde del colapso. Las jaulas, estrechas y confinadas, no eran más que endebles recintos de chapas y alambres. A duras penas contenían a sus ocupantes.
La visión de estas pobres criaturas desnutridas me rompió el corazón. En ese momento, me invadió una oleada de emociones que me dejó sin habla. Allí mismo decidimos emprender la tarea de rescatar a los tigres, cautivos en un criadero privado ilegal.
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Un día, en 2021, recibimos la solicitud de una mujer que nos alertaba de un caso único relacionado con dos tigres, que anteriormente formaban parte de una confiscación a gran escala. Al oír la urgencia en su voz, me puse rápidamente en contacto con el Ministerio de Medio Ambiente y la Brigada de Control Medioambiental para que me ayudaran a resolver el problema. El proceso se volvió arduo y se prolongó durante un periodo de tiempo considerable. Desconocíamos el verdadero estado de los tigres y no sabíamos hasta qué punto estaban deteriorados.
Diseñamos un plan para poner a salvo a los animales, administrarles sedantes y proporcionarles el tratamiento necesario con la ayuda de nuestro cualificado equipo de veterinarios. Trabajando contrarreloj, sabíamos que el escenario sería angustioso. Encontrar un alojamiento adecuado para los tigres supuso otro reto crucial, ya que exigía unas condiciones específicas que no todos los 13 santuarios deFour Paws en todo el mundo podían acoger.
Esta tarea exigía una planificación cuidadosa y una preparación meticulosa. Teníamos que asegurarnos de que el lugar elegido no convirtiera a los tigres en meras exhibiciones de zoológico, sino que les proporcionara un santuario.
Tras un esfuerzo considerable, los tigres serían transportados a Al Ma’wa for Nature and Wildlife, en Jordania, a unos 40 minutos de la capital, Ammán. El equipo llegó un par de días antes de la operación para evaluar a fondo toda la ruta. La noche anterior a la operación me pareció interminable.
Aquejada por el estrés y la ansiedad, apenas dormía. Esa noche nos reunimos con la Brigada de Control Ambiental y con la Policía Federal. Estos últimos desempeñaron un papel crucial para garantizar nuestra seguridad durante toda la misión. A la mañana siguiente, al llegar al lugar, me sentí llena de tensión y miedo. Una frialdad escalofriante recorrió todo mi cuerpo.
Cadáveres de distintos colores y especies yacían esparcidos en desorden. Nos encontramos pisando entre una multitud de cuerpos sin vida. Algunos objetos parecían inidentificables, mientras que otros, como cuernos de ciervo y trozos de cordero, podían identificarse. Todo el entorno estaba impregnado de suciedad, incluido un suelo que era más barro que hierba.
Los corrales que albergaban a los animales estaban construidos con elementos rudimentarios, lo que los hacía aún más vulnerables. Los contenedores consistían en unas cuantas chapas sujetas con alambre. Además, una barandilla atravesaba la propiedad, donde el propietario había atado una vez a un perro con una cadena y una correa.
Especulamos que el equipo se empleaba probablemente para el transporte de los tigres. La crueldad de todo aquello resultaba sencillamente abrumadora. Los dos tigres que encontramos mostraban un grave deterioro físico, indicativo de un abandono prolongado. Requirieron atención médica inmediata. Según el propietario del criadero, obtuvo el tigre adulto de un circo, mientras que un camionero le trajo el más joven.
Nuestro equipo administró anestesia a los tigres. Una vez seguros en sus respectivos recintos, invertimos la sedación para asegurarnos de que permanecieran despiertos durante todo el viaje. En el aeropuerto de Buenos Aires, enviamos a los animales en un vuelo a Jordania.
En la actualidad, ambos tigres muestran signos de recuperación satisfactoria, aunque con limitaciones. Saber que hemos conseguido salvarlos me llena el corazón de alegría. Cuando pienso en la cantidad de animales que viven en malas condiciones y que aún necesitan ser rescatados, no puedo evitar sentir un deber. A lo largo de estas misiones, me esfuerzo por transformar sus vidas para siempre, liberándoles de los horrores que han padecido.
Todas las fotos son cortesía de FOUR PAWS y Hristo Vladev.