Mientras pongo una prótesis a un niño muy pequeño, le explico las pautas del juego, permitiéndole explorar y experimentar. Cuando hacen un movimiento y se dan cuenta de las posibilidades, parece magia. Pasamos de ser extraños a sentirnos como una familia, unidos por una experiencia única e inolvidable. Todas las veces me quedo asombrado.
MENDOZA, Argentina – Cuando entré en la reunión con una niña de tres años que necesitaba una prótesis, mi corazón palpitaba de emoción y se me llenaron los ojos de lágrimas. No tenía dedos en la palma de una mano. Cuando entramos en la habitación, se escondió tímidamente detrás de las piernas de su madre. Llevaba la prótesis 3D que le hice, junto con un equipo llamado C3D, utilizando un modelo gratuito de la organización Enabling the Future.
Después de todo el trabajo, por fin estuvimos cara a cara y le entregué la prótesis azul claro, que se parecía al guante de Elsa, su personaje favorito de la película Frozen. Le colocamos con cuidado la prótesis en la mano para asegurarnos de que quedaba bien ajustada. Con ella, debería poder realizar una acción de pinzamiento, permitiendo que la mano se abra y se cierre.
Al principio, no provocó el movimiento muscular deseado, pero al rato, abrió y cerró la prótesis por sí sola. Se le iluminó la cara de alegría y empezó a reír y a jugar. Agarraba los objetos con entusiasmo, mirándonos con una mezcla de asombro y felicidad. Me propuse hacer todo lo que estuviera en mi mano para ayudar a personas como esta niña.
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Como estudiante en mi campus universitario, me fascinó la impresión en 3D. Un día, empecé a reunir materiales reciclados para construir mi propia impresora. Buscando en Internet, encontré un programa de hardware gratuito llamado Prusa i3. Cuando junté todo, tenía algo que funcionaba. Inmediatamente, quise utilizarlo para el bien, para ayudar a las personas con problemas de accesibilidad. Me centré en crear prótesis y ayudar a las personas con problemas de visión.
Ahora, como profesor especializado en robótica y modelado 3D, dirijo mis esfuerzos principalmente a los niños. Durante demasiado tiempo, los padres de niños a los que les faltaba un miembro tenían que esperar a que su hijo creciera antes de colocarle una nueva prótesis, con el consiguiente gasto. Con la impresión 3D, puedo fabricar fácilmente una prótesis rentable para un niño y, cuando se le quede demasiado pequeña, simplemente crear una nueva.
Con cada niño que encontraba, llegaba a comprender que no sustituimos lo que falta. Cada persona que encontramos está perfectamente completa, incluso en ausencia de un miembro. Simplemente ofrecemos una herramienta para mejorar sus capacidades y facilitarles la vida. Cuando les colocamos la prótesis, vemos con asombro cómo ejercitan sus músculos, evitando la atrofia. Presenciar el momento mágico en que conectamos una prótesis a alguien que nunca antes la había tenido y ver cómo la utiliza, nos ofrece una recompensa incalculable. El paciente adquiere autonomía, abraza su singularidad y despliega todo su potencial.
Mientras pongo una prótesis a un niño muy pequeño, le explico las pautas del juego, permitiéndole explorar y experimentar. Cuando hacen un movimiento y se dan cuenta de las posibilidades, parece magia. Pasamos de ser extraños a sentirnos como una familia, unidos por una experiencia única e inolvidable. Todas las veces me quedo asombrado.
El primer caso en el que trabajé fue el de un niño de siete años. Tenía una malformación en la mano, le faltaban varios dedos. Llegamos al lugar y empezamos a realizar las pruebas. Se formó un vínculo inmediato entre nosotros. Tomamos las medidas de su mano y empezamos a buscar intensamente entre los diseños disponibles para elaborar una prótesis adecuada. En una semana terminamos la pieza, utilizando los colores rojo y azul en honor a su superhéroe favorito: Spiderman. Mi madre incluso cosió una manga para conectar al dispositivo
Cuando el pequeño recibió su prótesis, preguntó: «¿Puedo empezar a llevar un guante con dedos de verdad?». La pregunta me conmovió profundamente y lo supe: ahora puede andar en bicicleta y hacer todas las cosas que anhelaba.
Hoy, este niño lleva con orgullo una obra de arte: una mano robótica que se parece a las de los superhéroes de las películas. Una increíble cadena de generosidad lo hizo posible. Ayudar a los demás de esta manera produce una sensación de paz inconmensurable, y nos impulsa a seguir adelante. Buscamos constantemente nuevos proyectos en los que colaborar.
Creo que a través de los actos de bondad crecemos como personas y nos convertimos en la mejor versión posible de nosotros mismos. A partir de esa primera historia de éxito, nos hemos embarcado en un viaje de aprendizaje y todos los implicados se han visto afectados por él.