Al ser una de las excavaciones más extensas de Calidda, descubrimos múltiples enterramientos en un solo barrido. Levantándonos al amanecer durante semanas, trabajamos diligentemente hasta la puesta de sol. Nuestras camisas estaban empapadas de sudor mientras utilizábamos herramientas de precisión para desenterrar la historia sin la intrusión de la maquinaria moderna.
LIMA, Perú – El día comenzó como cualquier otro. Nuestro equipo excavaba diligentemente zanjas para un nuevo gasoducto, mientras el cálido resplandor de la ciudad les rodeaba. Sin embargo, su rutina terminó abruptamente cuando observaron que de la tierra emergían huesos y artefactos.
La empresa energética peruana para la que trabajamos, Cálidda Gas, contaba con un riguroso plan de vigilancia arqueológica. Así que, cuando el equipo vio los objetos en el suelo, cesaron las operaciones inmediatamente y me llamaron. Como arqueólogo, cuando me acerqué al yacimiento, sentí el zumbido de la expectación. Al asomarme a la trinchera, no tardé en ver huesos y reliquias antiguas que me cautivaron. Fue como dar un salto atrás en el tiempo, como si de lo ordinario surgiera algo extraordinario.
Detuvimos la construcción de inmediato, pasando de los trabajos de servicios públicos a una misión arqueológica. Cada hueso que desenterraban me emocionaba, despertando imágenes de los antiguos habitantes de la tierra. Empecé a imaginarme sus vidas, las herramientas que utilizaban e incluso sus opiniones sobre la muerte. Ese momento anunció el comienzo de una exploración extraordinaria como nunca antes había experimentado.
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Me cuesta creer que haya pasado un mes desde este gran descubrimiento. Al ser una de las excavaciones más extensas de Calidda, descubrimos múltiples enterramientos en un solo barrido. Levantándonos al amanecer durante semanas, trabajamos diligentemente hasta la puesta de sol. Nuestras camisas estaban empapadas de sudor mientras utilizábamos herramientas de precisión para desenterrar la historia sin la intrusión de la maquinaria moderna.
A medida que avanzaba la excavación, envolvía con cuidado los restos desenterrados en telas de algodón y los ataba con lianas. Estas reliquias, situadas a sólo 30 centímetros de la superficie y rodeadas de antiguos recipientes, desvelaron ocho enterramientos. Eran los guardianes silenciosos de la historia, de las culturas preincaicas Ychsma y Chancay. El legado de estas civilizaciones preincaicas se remonta aproximadamente al año 1.100 d.C. Entre los fardos momificados, observé tres patrones de enterramiento únicos, la mayoría en posición fetal y un adulto en una postura de loto poco común, un testimonio increíble de su época.
Cuando el final del día reflejó su colorido comienzo, la experiencia me pareció surrealista, como si hubiera entrado en una fábula. Recogí cada pieza arqueológica y la transporté al laboratorio para analizarla minuciosamente. Allí comencé el meticuloso proceso de catalogar y crear colecciones. Cada artefacto, destinado al museo, pasó por mis manos a manos de expertos que ayudaron a desvelar sus secretos.
A medida que los restos de la excavación seguían llegando al laboratorio, se llevó a cabo un análisis exhaustivo. Los restos antiguos revelaban una historia, como si se armara un rompecabezas histórico. Cuando descubrimos los restos de niños de entre dos meses y tres años, supimos que los factores ambientales de El Niño probablemente habían provocado muertes prematuras por anemia. El implacable ciclo climático de su época provocó sequías y hambrunas durante siglos.
Las ofrendas funerarias incluían un tesoro de cerámicas rojas y negras, una espada solitaria de madera y botellas de calabaza, que daban contexto a la vida y la muerte de los humanos que descubrimos. Basándome en mis excavaciones anteriores, descubrí fragmentos de enterramientos que sabía que databan de la misma época antigua. Reliquias como ésta tienden un puente entre las conjeturas del pasado y los conocimientos actuales, iluminando la compleja relación entre los imperios gobernantes y las poblaciones locales bajo su dominio.
La diversidad de prácticas funerarias que descubrimos atestigua la confluencia de culturas, creencias y tradiciones: un mosaico de personas que compartieron este suelo, tejiendo un rico tapiz de nuestra historia humana.
Tengo raíces profundas tanto en el trabajo de laboratorio como en el de campo. Cuando manipulo objetos centenarios, siento como si la historia cobrara vida en mis manos. El proceso me permite narrar y celebrar historias olvidadas hace mucho tiempo. Reconstruir y compartir esas historias no sólo es un honor, sino también una responsabilidad.
Mi equipo y yo nos centramos en sacar a la luz las historias a través de las asociaciones y exposiciones adecuadas. En Lima, la historia yace en capas bajo nuestra vida cotidiana. Descubrir artefactos en medio del ajetreo de la ciudad resulta casi místico, y subraya el profundo patrimonio que yace bajo los pies.
Nuestra misión va más allá de la conservación. Cada descubrimiento ilumina las antiguas vidas y muertes de los pueblos que nos precedieron, y las tumbas que marcaron sus últimos viajes. Con 19 años dedicados a desvelar la historia de Perú, mis equipos y yo hemos catalogado más de 1.900 hallazgos arqueológicos.
Mi empeño es firme: trazar esta compleja historia y hacer realidad un sueño que es tanto un reto personal como una búsqueda profesional.
Todas las fotos son cortesía de Cálidda Gas Natural de Lima y Callao S.A.