Mientras navegábamos, el aire se llenaba de cantos de pájaros y salpicaduras de agua. La intensidad aumentó a medida que nos acercábamos a un espectáculo de miles de alcatraces en un ballet frenético. Los pájaros se lanzaban desde grandes alturas a velocidades de vértigo, y sus agudos descensos cortaban el aire.
ESCOCIA, Reino Unido – Descubrí mi pasión por la fotografía hace 24 años, mientras atravesaba una profunda depresión que me hizo cuestionarme mis ganas de vivir. Años antes, mi abuela me regaló mi primera cámara. Un día, un amigo que intentaba ayudarme me preguntó adónde soñaba ir. Dije África, y poco después, allí estaba yo, cámara en mano, captando la vitalidad de la vida y la naturaleza.
La fotografía reavivó mi espíritu e infundió a mi vida un nuevo propósito. Sumergiéndome en los paisajes que anhelaba ver y observándolos a través de mi objetivo, forjé un camino que sigo recorriendo hoy en día. Hace poco gané el World Nature Photography Awards.
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Mi viaje fotográfico comenzó con una expedición a las islas Shetland. Mi objetivo era capturar fotos de aves marinas llamadas alcatraces en su hábitat natural. Junto con Richard Chuck Smith, guía local y fotógrafo experimentado, hice mi primer intento de fotografía submarina.
Mi objetivo era desentrañar el enigma del comportamiento de los alcatraces bajo la superficie. Debido al elevado coste del equipo especializado y a mis aspiraciones de participar en los prestigiosos premios World Nature Photography Awards, alquilé el equipo necesario a Richard. Salimos en una pequeña embarcación, desafiando el frío y el viento. El mar se convirtió en un lienzo de magníficos colores, con manchas azules que asomaban entre las nubes sobre nosotros.
Mientras navegábamos, el aire se llenaba de cantos de pájaros y salpicaduras de agua. La intensidad aumentó a medida que nos acercábamos a un espectáculo de miles de alcatraces en un ballet frenético. Los pájaros se lanzaban desde grandes alturas a velocidades de vértigo, y sus agudos descensos cortaban el aire.
Se lanzaban al mar con una fuerza brutal para cazar peces. Cada zambullida lanzaba chorros de agua hacia el cielo, creando un velo de niebla a nuestro alrededor. La escena parecía una danza dinámica de la naturaleza, con alcatraces perforando la superficie del agua, dejando tras de sí fugaces anillos acuosos.
Presenciar las acrobáticas inmersiones de los alcatraces me dejó asombrado. Deseosa de captar este impresionante espectáculo, equipé mi cámara con una carcasa estanca sujeta a un sistema de pértigas. Desde un rincón de la embarcación, no estaba sumergida sino controlando a distancia la cámara, disparando cada vez que percibía que las aves se abalanzaban frente al objetivo.
La escena exterior era caótica pero hermosa, con millones de pájaros revoloteando en un vuelo hiperactivo, zambulléndose y lanzándose en picado en un frenesí cargado de adrenalina. En medio de este caos, mi atención se centró en el disparador de la cámara.
De vuelta al hotel, mi cámara guardaba 1.800 imágenes. Revisar cada uno de ellos fue como explorar un mundo submarino secreto. Entre las tomas destacaban dos imágenes que captaban a la perfección esos momentos caóticos y eufóricos. Encarnaban la esencia de la frenética caza de las aves. Riendo y llorando alegremente mientras repasaba las imágenes, sentí una profunda satisfacción; mis esfuerzos habían merecido la pena. Decidí presentar al concurso dos fotografías extraordinarias que transmitían la odisea de los alcatraces.
Cuando supe que había ganado el primer premio de los World Nature Photography Awards 2024, me quedé atónita. Estaba sentado en casa, trabajando ociosamente en mi ordenador una tarde cualquiera, cuando una notificación por correo electrónico llamó mi atención. Mientras leía, la incredulidad dio paso a la euforia: mi fotografía de dos alcatraces chocando en el aire sobre un pez había conseguido el primer puesto. Abrumada por la emoción, bajé las escaleras a toda velocidad, casi tropezando al agarrarme a la barandilla, gritando mi triunfo.
Irrumpí en el salón, encontré a mis padres y, entre risas incontrolables, les di la noticia. Sus caras, llenas de asombro y orgullo, reflejaban mi alegría. Nos abrazamos en un momento de pura alegría que permanece grabado para siempre en mi memoria. Ahora estoy en la India, viajando con otros fotógrafos a una reserva nacional famosa por sus tigres.
Este lugar resulta hipnotizante, una impresionante confluencia de naturaleza y arquitectura antigua, donde majestuosos tigres deambulan libremente entre las ruinas de los templos. Cada fotografía captura un momento de asombro, afirmando mi pasión. Captar el feroz ballet de los alcatraces y la serena majestuosidad de los tigres en su hábitat natural reafirma la vocación de mi vida. La fotografía no es sólo mi profesión; es mi forma de conectar con el mundo y revelar sus maravillas ocultas a través de mi objetivo. Estoy comprometida con este camino, deseosa de compartir con el mundo estos destellos de lo salvaje.