Mi pasión por la cocina me ha convertido en una miniinfluencer con 540.000 seguidores en Instagram. Disfruto creando videos sobre cómo hornear pasteles, alfajores, brownies y galletas.
BUENOS AIRES, Argentina — Mi historia culinaria comenzó cuando mi abuela me regaló una cocina de juguete mágica. Ahora, a los siete años, comparto mis aventuras culinarias de la vida real en las redes sociales. Todo esto terminó en competir en el Campeonato Mundial de Alfajor con mi padre a mi lado.
Al principio jugaba durante horas con mi cocina de juguete, pretendiendo preparar golosinas para mis muñecas. Luego, mi papá encontró las viejas recetas de mi bisabuela y, de repente, el tiempo de juego se transformó en hornear en serio. No soy sólo una niña a la que le encanta hornear. Soy una aspirante a chef con muchos seguidores en Instagram.
Competir en el Campeonato Mundial de Alfajor fue emocionante. Esto no se trata sólo de hornear. Se trata de inspirar a otros. Mi lema lo dice todo: «No vendo pasteles, ¡te ayudo a crearlos!»
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Comencé a cocinar en el jardín de infantes. Me encantaba jugar con tazones, ollas y batidoras. Entonces sucedió algo maravilloso. Mi abuela me regaló una cocina de juguete. Se sintió como magia, mientras pasaba incontables horas jugando y elaborando pan imaginario con mi abuela y preparando comida para mis muñecas.
Mis padres notaron mi profundo amor por la cocina y cuando papá se topó con una vieja caja llena de recetas escritas a mano por mi bisabuela, me llamó. Comenzamos a explorar juntos estas recetas geniales y fue como encontrar un tesoro escondido. Esas recetas se convirtieron en mi secreto para cocinar.
Cuando llegó la pandemia de COVID-19, lamentablemente ya no podía cocinar con mi abuela, pero a mi mamá se le ocurrió una idea brillante. «¿Por qué no cocinan juntas a través de videollamadas?», sugirió. Me animé inmediatamente. La abuela y yo hicimos budines, muffins y más. Nos alegró experimentar con todas las recetas especiales que encontramos mi papá y yo.
A medida que mi pasión por la cocina crecía, mis padres me inscribieron en un curso de pastelería para niños cuando terminó el confinamiento. En casa, mi mamá filmó mis experimentos culinarios, continuando una tradición que comenzó cuando yo tenía tres años, en la que imitaba a los chefs en la televisión. Este lindo y natural proceso nos llevó a subir mis videos a mi ahora popular cuenta de Instagram.
Recuerdo haberme embarcado en mi primer gran proyecto: Crear un pastel de elefante bellamente decorado. Ese proyecto inició un viaje imparable en la cocina y me sirvió como una salida creativa. Recreo diseños a partir de fotografías y les doy mi toque personal. Mis padres siguen participando activamente en la gestión de mi Instagram, respondiendo comentarios y publicando vídeos. Juntos, tomamos decisiones sobre proyectos e ingredientes de manera colaborativa.
Esta aventura con la cocina no siempre fue fácil. A los cinco años sufrí acoso en el jardín de infancia porque prefería cocinar a bailar y cantar. Mis compañeros me tiraban del pelo y tiraban de mi silla bajo de mí. Me causó mucha angustia y casi dejé de cocinar.
Sin embargo, al ver mi infelicidad, mis padres me trasladaron a otra escuela, lo que provocó un cambio positivo en mi vida. Otros niños a quienes molestaban por su interés en la cocina comenzaron a acercarse a mí. Habiendo experimentado desafíos similares, me identifico profundamente con sus sentimientos. Les aconsejo constantemente: «Si te encanta cocinar, nunca dejes que las palabras de nadie te detengan». Esta es una lección importante que aprendí.
Mi pasión por la cocina me ha convertido en una miniinfluencer con 540.000 seguidores en Instagram. Disfruto creando videos sobre cómo hornear pasteles, alfajores, brownies y galletas.
En agosto pasado, se me presentó una oportunidad emocionante: una invitación para participar en el Campeonato Mundial de Alfajor con mi papá como asistente. Fui al evento con mis utensilios de cocina especiales en la mano: un rodillo y un cuchillo de plástico apto para niños. ¡Me sentí como una verdadera chef al saber que podía usar mis herramientas para enrollar, cortar y hacer bonitas decoraciones!
En el Mundial utilicé la receta de alfajor de mi bisabuela. Me paré en un taburete para llegar a la encimera con mi delantal y el pelo recogido en rodetes y moños ¡Se sintió mágico! Mientras trabajaba, la multitud aplaudió con entusiasmo y su sorprendente amabilidad me abrumó. La mejor parte, sin embargo, fue ver la felicidad y el orgullo de mi papá. Estaba tan conmovido que lloró.
Decorar y hacer que las cosas luzcan bonitas sigue siendo mi parte favorita del proceso. Si algo es complicado, juego un poco y lo intento de nuevo. Cuando enfrento desafíos, tomo un descanso y vuelvo. Es emocionante ver lo que puedo hacer con mis propias manos, pero cocinar sigue siendo sólo una parte de mi vida. Me gradué del jardín de infantes y pasé al primer grado, donde las matemáticas se convirtieron en mi materia favorita. Me encanta jugar con mis muñecas, cuidar mis plantas, dibujar y pasar tiempo con mis mascotas.
Siempre me sorprende cuando la gente en las redes sociales me cuenta que mis recetas e ideas los inspiran a iniciar un negocio. Parece difícil creer que mi hobby tenga un impacto tan grande en los demás. Para mí sigue siendo importante utilizar mi amor por la cocina para ayudar a la gente. Por ejemplo, cuando vi a una niña haciendo bolsas de bocadillos para niños necesitados, me uní y comencé a hornear pasteles para ellos. Mi corazón se llena de alegría cuando sé que mis pasteles alegran a niños que nunca conocí.