Soy médico en la frontera más peligrosa y atiendo a quienes necesitan mi ayuda sin importar su origen.
Safed, Israel – He trabajado como odontólogo durante 22 años. Estoy a cargo de la Unidad de Cirugía Oral y Maxilofacial del hospital Ziv. El hospital está ubicado a 11 kilómetros (6,8 millas) de El Líbano y a 30 kilómetros (18,6 millas) de Siria.
Experimenté los ataques [durante la Guerra Civil Siria] en El Líbano en primera persona. Nuestro hospital atiende a más de 200.000 habitantes con sólo 350 camas. Desde que comenzó el conflicto sirio, hemos servido a más de 5.000 sirios y el 17% de ellos eran niños.
Parte del personal médico habla árabe para que podamos comunicarnos con los pacientes, pero cuando ni el árabe ni el inglés pueden ayudar, el lenguaje de los ojos es la forma de comunicación más sincera y poderosa.
Nada me impide salvar vidas. Aunque nuestros países son enemigos, establezco amistades. Mi destino es curar; eso es lo que prometí en mi juramento hipocrático. Como sirviente de la salud, debo estar al servicio de los demás sin importar si son amigos o enemigos.
Entre 2013 y 2018, Israel brindó servicios humanitarios a los heridos de la guerra civil en Siria. Las ambulancias del ejército nos trajeron a los heridos en masa. Estas víctimas creían que éramos sus enemigos, pero pronto se dieron cuenta de que estábamos allí para salvar vidas.
Un día, estaba operando a un paciente anestesiado y comencé a escuchar ruidos. Los sonidos se intensificaron hasta que el techo comenzó a temblar. Tenía tanto miedo, pero tenía que mantener la cabeza fría y seguir trabajando.
Ese día sentí el impacto de unos 30 misiles. Fue como un trueno cayendo muy cerca, haciendo que todo se moviera. El pánico se apoderó de mí. Estaba consciente de todo lo que estaba pasando y pensaba en mi familia y en mis seres queridos.
Hasta 2006, los quirófanos no tenían protección. Luego de esos episodios, los hospitales tuvieron que construir un quirófano y una sala de emergencias con protección antimisiles. Incluso ahora, se está construyendo una nueva ala de cuidados intensivos bajo este estricto protocolo. Los bombardeos continúan pero los médicos y los pacientes estamos un poco más protegidos.
Los niños heridos y con traumatismos encuentran tratamiento
Hace tres años, un niño llegó al hospital con una herida de bala en la cara. Entró por el rabillo del ojo y salió por la nuca.
Con el tiempo, los huesos habían quedado mal sellados. No podía abrir la boca y tuvo que vivir a dieta líquida durante tres años. El miedo me invadió, ya que nunca pensé que tal horror fuera posible. Después de una intervención de cuatro horas, pudimos salvarlo.
La mejor recompensa que recibí fue curar a una niña con diabetes juvenil que no tenía más insulina. Vino al hospital para vivir sus últimos días. Llegó desnutrida y con muchos problemas bucales.
Le salvamos la vida y pudo regresar con su madre a Siria. Viene al hospital cada seis meses para recibir insulina porque no la tienen en Siria. Ella dice que la tiene que enterrar para que no se la roben.
En nuestra última visita, me agradeció con tanta alegría. Su vida está completamente transformada.
En el hospital, las personas pueden convivir. Servimos a judíos, árabes cristianos, árabes musulmanes e inmigrantes de todo el mundo. En los pasillos se pueden escuchar muchos idiomas. Sabemos convivir, codo a codo, compartiendo mesa en el restaurante y en todas las instalaciones.
Aunque nuestros países no firmaron el acuerdo de paz, esta no es una guerra de pueblos. Sueño que los pacientes que reciben ayuda en estos países fronterizos se conviertan en líderes que luchen por el fin del conflicto.
Pueden ser un instrumento para que ambos países firmen un acuerdo de paz porque pueden dar fe de la ayuda humanitaria de Israel y de las vidas que salvamos independientemente del origen de una persona.
Aunque las guerras civiles continúan, los pacientes anhelan regresar y reunirse con sus familias y seres queridos.
Los pacientes siempre nos agradecen; lo escuchamos en muchos idiomas. Pero quiero agradecerles por elegirnos y poner su vida en nuestras manos. Su elección es un importante acto de amor.
Se encontraban entre la vida y la muerte. Afrontamos esa batalla juntos: los equipos médicos y de seguridad, los pacientes y sus familias.
Como resultado, la vida continúa. Espero que nuestros países vecinos puedan encontrar un camino hacia la paz. La paz con nuestros «enemigos» es posible. Lo hemos probado.