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El municipio compró vagones de tren infectados con amianto, los trabajadores enfermaron y murieron a causa de la contaminación

Pasó un año y por fin los médicos se pusieron en contacto conmigo para comunicarme los resultados. Me dijeron que tenía un cáncer en fase avanzada en los pulmones. Al oír el diagnóstico, sentí que me temblaba el cuerpo y empecé a llorar.

  • 1 año ago
  • septiembre 6, 2023
5 min read
Martin Paredes, along with other colleagues working in the subways of Buenos Aires were recently diagnosed with respiratory issues due to the asbestos in the wagons. The city has refused to comment on the issue, denying the allegations that their subways are contaminated. Martin fears he will not last the year. Martin Paredes, along with other colleagues working in the subways of Buenos Aires were recently diagnosed with respiratory issues due to the asbestos in the wagons. The city has refused to comment on the issue, denying the allegations that their subways are contaminated. Martin fears he will not last the year. | Photo courtesy of Martin Paredes
PROTAGONISTA
Martín Paredes es padre y esposo, además de actual conductor de la Línea B del subte. En noviembre de 2019, tras varios años de lucha, la empresa Metrovías (hoy Emova) y el gobierno porteño acordaron realizar estudios médicos a los trabajadores del sector. Un año después, él y decenas de compañeros fueron notificados con enfermedades causadas por el amianto, un elemento potencialmente cancerígeno cuyo uso está prohibido en el país desde 2003. Actualmente está en tratamiento, aunque no es seguro que supere el año 2023.
CONTEXTO
Asbesto consiste en un grupo de minerales que se presentan de forma natural como un haz de fibras. Existen pruebas, tanto en humanos como en animales de laboratorio, de que el amianto puede aumentar el riesgo de desarrollar ciertos tipos de cáncer. Los trabajadores del metro de Buenos Aires, que transportan a unos 1,3 millones de pasajeros diarios, han empezado en los últimos años a denunciar legalmente la presencia de amianto en los vagones y han exigido mediante huelgas y protestas que la empresa deje de utilizarlos. En total, Metro de Madrid vendió 36 coches a Buenos Aires por unos cinco millones de euros. El amianto, un material de fibra microscópica que aísla del calor y el fuego, está prohibido en Argentina desde 2001 por su carácter cancerígeno.

BUENOS AIRES, Argentina – Trabajé como operador de subte durante la última década. En 2019, empecé a experimentar problemas con mi salud. Mi cuerpo se sentía cada día más débil, como si algo lo estuviera destruyendo lentamente desde dentro. La empresa para la que trabajaba finalmente accedió a conseguirnos ayuda médica. Me sometí a algunas pruebas para estar seguro, suponiendo que no pasaba nada importante. Pasó un año y por fin los médicos se pusieron en contacto conmigo para comunicarme los resultados. Me dijeron que tenía un cáncer en fase avanzada en los pulmones.

Al oír el diagnóstico, sentí que me temblaba el cuerpo y empecé a llorar. Al oír el diagnóstico, sentí que me temblaba el cuerpo y empecé a llorar. Mis pensamientos se desviaron hacia mi hija y los años que me quedaban con ella. Empecé a pensar en todas las cosas que aún no había hecho en mi vida, todas las cosas que pospuse suponiendo que tenía más tiempo. Me pasaba noches enteras mirando al techo, paralizado por el miedo. Cada mañana me parecía la última, y quería aprovechar al máximo el tiempo con mi familia y mis amigos.

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La ciudad sabía de los vagones contaminados, pero optó por dejarnos morir

Parecía difícil entender cómo había sucedido. Vi pocos síntomas antes de mi diagnóstico. Ahora siento que vivo una partida de ruleta rusa. Todas las noches me acuesto con la esperanza de despertarme al día siguiente. Vivo con miedo constante, con una nube gris sobre mi cabeza. Una vez dije: «Estoy deseando jubilarme y vivir mi vida con mis seres queridos». Ahora ya no planifico el futuro.

Pronto oí historias de personas de mi profesión que no pasaban de la edad de jubilación. En 2017, compañeros que trabajaban en el Metro de Madrid nos advirtieron de que los subterráneos de Buenos Aires estaban llenos de amianto. Esos mismos metros contaminados habían enfermado gravemente a los trabajadores del Metro de Madrid antes de la venta. Temíamos por nuestra salud, pero sabíamos que poco podíamos hacer. Exigimos que realizaran exámenes exhaustivos y aplicaran medidas de seguridad, pero nos encontramos con el silencio.

Los minerales de amianto vuelan por todas partes. Un material más fuerte que el acero, cuando se inhala se deposita en el pulmón, incrustándose como una aguja en la pleura, la envoltura que rodea el pulmón. Genera callosidades y engrosamientos pleurales, entre otros, en función del periodo de exposición. Con nuestro miedo en aumento, también exigimos que cerraran los subterráneos y trajeran a los trabajadores expuestos para análisis clínicos.

El número de víctimas aumenta cada día, y nos aterroriza morir

Me enferma saber la falta de cuidado que la ciudad tenía por sus trabajadores. Todos debemos someternos con frecuencia a revisiones anuales de los pulmones para asegurarnos de que no hay inflamación ni signos de cáncer. Mi amigo Jorge Pacci murió de cáncer de pleura a los 55 años a causa de nuestro trabajo. Nunca fumó ni nada parecido, pero cuando fue a su revisión, le dijeron que sólo le quedaba un año de vida. Murió nueve meses después del diagnóstico. Hoy tengo 53 años. Dos de mis tres colegas murieron antes de cumplir los 60 años. Me siento aterrorizado y desesperado. No quiero morir.

Martin y sus colegas. | Foto cortesía de Martín Paredes

Debido a la presencia de amianto en el metro, 2.150 trabajadores están actualmente bajo vigilancia médica. Ochenta y seis padecen enfermedades pulmonares, seis tienen cáncer y tres han muerto hasta ahora. Recientemente se diagnosticó fibrosis pulmonar a un trabajador de los locales comerciales de los andenes. También hemos sabido de un caso confirmado de un pasajero gravemente afectado por la exposición. La empresa y la ciudad siguen siendo conscientes del problema, pero continúan negando las reclamaciones para evitar gastar más dinero. Atacan nuestras acusaciones y las esconden bajo la alfombra. Esta pelea parece increíblemente injusta.

Nos superan en número y tienen más poder del que podríamos tener unidos. La ciudad debe asumir su responsabilidad. La empresa quiere evitar el coste de los procedimientos de retirada. Hemos hecho todo lo humanamente posible para resolver este problema y proteger a los millones de usuarios y trabajadores del metro que están en peligro, pero aún no hemos recibido una respuesta digna. Ignoran nuestras súplicas y cierran cualquier posibilidad de conversación. Seguimos firmes en nuestra lucha, pero necesitamos más poder de nuestro lado.

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