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Una argentina violada y embarazada a los 13 años busca a su hijo y lucha por justicia

Fue una noche de invierno: 23 de julio del año 93. Me llevan a un lugar, de noche, frío, con un remis. Me acompaña mi madre a una casa que, para mí, era el campo. Era una habitación oscura, fea, tétrica, con camas marineras. A mí me ponen en la cama de abajo. Tenía unos dolores impresionantes. Sufrí porque yo no entendía nada.
Ahí me hacen tener a Marcos. Pero nunca lo vi, jamás, jamás lo pude ver.

  • 2 años ago
  • diciembre 10, 2022
9 min read
Romina Rizzaro with her son, Marcos Romina Rizzaro and Marcos
Romina Rizzaro
Interview Subject
Romina Rizzaro endured years of rape by her stepfather starting at eight years old. She had a child from him, named Marcos, who was taken away at birth. In time, Romina pursued cases against her perpetrators including her mother. She managed to rebuild her life as a survivor.
Background Information
A total of 2,658 calls for reasons of child sexual abuse were received by Line 102 for specialized attention on the rights of children between October 2020 and September 2022 in Argentina. The number has doubled in the previous nine months, according to data from the National Secretariat for Children.

Advertencia: La siguiente historia contiene contenido gráfico que incluye recuerdos detallados de violación, embarazo y suicidio. Puede resultar difícil para algunos lectores.

Mis padres se separaron cuando yo tenía 5 años. Y mi madre, si se la puede llamar así, se junta con un hombre, que me empieza a abusar a partir de los 8 años, fueron cinco años desde que empezaron los abusos, que fueron duros, muy duros.

Empezó con manoseos, calculo que así empiezan todos, después me llevaba a dormir la siesta. Cuando me quise dar cuenta ya me violaba. Mi madre, no hizo nada. Y a los 13 años quedé embarazada de Marcos.

Reviviendo la dolorosa noche en que di a luz

Era el año 1993, iba a séptimo grado, era la época en la que estaba de moda saltar a la soga, jugar al elástico. La panza empezó a crecer pero nadie en el colegio dijo nada, nadie hizo nada. Cuando mi mamá se dio cuenta de que estaba embarazada me llevó a una clínica clandestina donde hacían abortos, pero ya era tarde: la gestación estaba demasiado avanzada.

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Fue así que llegamos a una médica a la que vi dos veces en mi vida: En la única ecografía que me hicieron y en el parto. Marcos nació durante las vacaciones de invierno de casualidad, porque podría haber nacido en horario de clase. Fue una noche de invierno: 23 de julio del año 93. Me llevan a un lugar, de noche, frío, con un remis. Me acompaña mi madre a una casa que, para mí, era el campo.

Era una habitación oscura, fea, tétrica, con camas marineras. A mí me ponen en la cama de abajo. Tenía unos dolores impresionantes. Sufrí porque yo no entendía nada.

Ahí me hacen tener a Marcos. Pero nunca lo vi, jamás, jamás lo pude ver. Me lo sacan ahí, en el momento. No lo tuve en brazos. No, nada, nada de nada. Yo lo escuchaba a él llorar de lejos. Y a mí me dejaron ahí, en esa cama, habré llorado hasta que me quedé dormida.

Tras el nacimiento de Marcos, las violaciones cesaron y todo el mundo hizo como si no hubiera pasado nada.

Soportar una vida de traumas tras el maltrato infantil

Me daba vergüenza contar lo que había pasado, no sabía qué iba a pensar la gente de mí. Y me daba asco, asco. De mí misma. No es que no quieras hablar, es que no podés hablar. ¿Por qué? Te sentís sucia, sentís tu cuerpo sucio, ultrajado. Eso después lo fui comprendiendo con los años, ¿no? Que yo no tenía la culpa, si yo tenía ocho años cuando empezaron los abusos. Yo no tuve infancia, no disfruté como disfrutaban los chicos. No tuve adolescencia tampoco.

Y empecé a llenarme de mierda, como se llena un pozo atmosférico, a los 16 años, tuve un primer intento de suicidio del que salí viva después de un lavaje de estómago. Seguí sin poder hablar y unos años después me enamoré. Logré formar una relación amorosa pero mi pareja, murió en un accidente de tránsito a los 27 años.

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abuso infantil argentina
Una foto de la infancia de Romina | Foto cortesía de Romina Rizzaro

Llegó un momento en que yo ya no podía sacar más la cabeza de ese pozo para respirar. Los intentos de suicidio ya eran con armas, de ponerme un arma en la boca y no poder apretar el gatillo. Ya no me importaba más nada. Yo no quería saber más nada de mi vida.

En 2011, llegué a una nueva psicóloga donde conté todo absolutamente todo por primera vez: habían pasado 23 años desde el comienzo de los abusos sexual. Así comenzó la batalla judicial: un camino que, instintivamente, pensé con dos bifurcaciones. Una era encontrar a Marcos, algo que logré con ingenio, investigando y atando cabos sola. La otra aún está pendiente: Que todos los que formaron parte de esto paguen por lo que hicieron.

Buscando a mi hijo después de dos décadas

Paciencia y datos fueron los dos pilares que me condujeron hasta mi hijo. En una discusión fuerte que tengo con mi madre me entero de que el bebé se llamaba Marcos y que lo había adoptado una familia de una provincia, que creía que eran de Santiago del Estero. Era verdad que se llamaba Marcos y mentira el resto, porque Marcos siempre había vivido en Presidente Derqui, en Pilar. También me dijo que había sido anotado a nombre de ella, como su hijo.

Marcos tiene ahora 27 años y recién en 2016 recibió una notificación titulada “sustracción de identidad” y empezó a armar los pedazos de su verdadera historia: que había sido fruto de una violación, que su adopción no era tal sino una sustracción de identidad y retención, y que yo, su mamá biológica, lo estaba buscando.

No me había olvidado la fecha del parto y, como unos parientes de mi abusador vivían en una zona rural de Derqui, pensé que ese podría haber sido el lugar al que me habían llevado a parir: el campo que recordaba. Llamé al Registro Civil de Derqui y mentí: dije que mi mamá había fallecido, que había tenido un hijo extramatrimonial y que lo estaba buscando para hacer la sucesión y darle su parte.

Sí, acá está la partida, me dijeron del otro lado del teléfono. No sé si tuve suerte o algo me guió y me dieron datos que no tenía: mi hijo se llamaba Marcos Lucas Ramón Otero. Con ese papel y esos datos hice tres cosas concretas: la primera fue hacer la denuncia en la Fiscalía de Pacheco. La segunda, entrar a Facebook a ver cómo era, aun a pesar del miedo de ver en la cara de mi hijo la de mi violador. La tercera, pedirle a una amiga que lo llamara con cualquier excusa para escucharle la voz.

Por fin supe la identidad de mi hijo

No sé si tuve suerte o algo me guió y me dieron datos que no tenía: mi hijo se llamaba Marcos Lucas Ramón Otero.

Con ese papel y esos datos hice tres cosas concretas: la primera fue hacer la denuncia en la Fiscalía de Pacheco. La segunda, entrar a Facebook a ver cómo era, aun a pesar del miedo de ver en la cara de mi hijo la de mi violador. La tercera, pedirle a una amiga que lo llamara con cualquier excusa para escucharle la voz.

Como los datos de la médica estaban en la partida de nacimiento, la busqué en Google, me fijé dónde trabajaba y anoté su matrícula. Presenté otra denuncia y me enteré que la causa estaba ahora en el juzgado número 1 de Campana. El juez ordenó el cotejo de ADN para determinar si eramos madre e hijo. La cédula de notificación para que me presentase tenía el nombre de Romina y era por usurpación de identidad de un menor.

Luchando por la justicia, después de todos estos años

El resultado del ADN fue 99,9 por ciento afirmativo, nos vimos, por primera vez en el juzgado y juntos dos desconocidos hasta entonces, fuimos a tomar un café frente a la plaza de la Catedral de Campana. Nuestro primer encuentro fue de todo menos cálido, Dos personas tan lastimadas, inocentes, con muchos miedos e incógnitas, con tanto que sanar no pueden simplemente tomar sus respectivos roles de un momento a otro.

El reencuentro no fue un borrón, un perdón, Marcos se fue un año a trabajar a Capilla del Señor, un año donde pensó dónde estaba parado, qué necesitaba y, sobre todo, qué necesitaba yo. La respuesta fue clara: justicia.

Los dos tenemos los mismos proyectos. Queremos ser felices, queremos disfrutar. Queremos terminar esto de una vez por todas. Que paguen lo que tengan que pagar, que paguen el daño que nos causaron.

Romina con su hijo Marcos | Foto cortesía de la familia Marcos

Con el delito de violación prescripto por el paso de los años y el abusador muerto, no hubo nada que hacer ahí. Pero sí por la sustracción de identidad. Son tres personas las denunciadas: fueron las tres personas que armaron todo este complot junto con el abusador para que Marcos tenga todavía hoy una identidad falsa.

Una es mi madre, que aparece en la partida de nacimiento como madre biológica de Marcos. Otro es el padre de crianza, que aparece en la partida como padre biológico. La tercera es la médica que me hizo darlo a luz.

Garantizar una condena justa por los daños causados

Los tres llegaron al juicio oral con prisión preventiva. Fueron condenados por los delitos de sustracción de un menor de diez años y su posterior retención y ocultamiento, alteración del estado civil de un menor de diez años y falsedad ideológica de instrumento público (constancia de parto, partida de nacimiento y DNI).

Les dieron 4 años y 6 meses a mi madre, 4 años de prisión e inhabilitación por 3 años a la médica, 4 años para el apropiador de Marcos.

Pero para mi ese tiempo tras las rejas no repara ni remotamente el daño que nos causaron, por eso apelé. Les podrían haber dado hasta 15 años pero no, les dieron lo mínimo. Ellos tuvieron unas vidas fabulosas, pudieron decidir sobre sus vidas, pudieron viajar, pudieron tener amores. Yo no. Yo no elegí la vida que tuve. Y la voy a seguir pagando hasta el día de mi muerte porque esto no se me va a olvidar. Nunca, jamás se me va a olvidar. A mí me ultrajaron, ultrajaron mi cuerpo. Eso es lo que me pasa. Entonces, que paguen.

Me voy a arrepentir toda la vida de no haber empezado antes la búsqueda de justicia para lograr condenar a mi violador. Murió, pero él tendría que haber pagado, todavía estamos a tiempo con las tres personas que siguen vivas.

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